No importa lo que diga el papa Francisco o
lo que recomienden los cancilleres de América Latina sobre un diálogo
adormecedor e inmoral. Basta con mirar al país para darse cuenta de la
realidad: un payaso en Miraflores, militares y familiares de Maduro como
narcotraficantes, burócratas corruptos, decisiones económicas y sociales
absurdas, saqueos del erario público y expropiaciones de la propiedad privada.
Venezuela es hoy un gran juguete de los
ineptos. Los resultados están a la vista: miseria, la basura como alimento, la
salud destruida, la educación prostituida. Mientras Cuba ya se ha arrepentido
de sus 60 años perdidos y de sus tres generaciones sacrificadas, Venezuela se
empeña en repetir esa tragedia. País masoquista.
Frente a los venezolanos solo se abren dos
caminos: la esclavitud o la rebelión. Cada día que el chavismo permanece en el
poder es la comprobación de nuestra mediocridad como sociedad. Parecería que
mientras más inepto y corrupto es el régimen más sumisa se muestra la sociedad.
Un chofer reposero se permite actuar como dictador. ¿Qué clase de país tolera
este insulto?
Solo hay dos caminos: la esclavitud o la
rebelión. Se dice que, como el poder está en manos de una Fuerza Armada
dominada por traidores y narcos, es imposible la rebelión, por lo cual solo
queda abierto el camino de la esclavitud. La historia pasada nos sugiere que
esa conclusión es errónea. Hoy, por ejemplo, Venezuela está mil veces en peor
situación que la que tenía en 1958, cuando el país se alzó frente a Pérez
Jiménez. En aquella Venezuela hasta había prosperidad para quienes “no se
metieran en política”. Sin embargo, lo que también tenía la Venezuela de 1958
eran venezolanos dispuestos a correr riesgos por sus convicciones democráticas.
Hoy ha sido diferente. A quien se arriesgó hace dos años y se fue a la calle
para defender la democracia asaltada, sus mismos compañeros lo dejaron solo.
Sin embargo, ese preso tiene hoy en las encuestas el apoyo de la mayoría de los
venezolanos. ¿Como se puede entender esto? Yo lo veo como la muestra de que los
venezolanos están dispuestos a rebelarse pero no tienen un líder o líderes que
los lleven de la mano por el camino de la rebelión.
Lo que no se ha comprendido en la Venezuela
de hoy es que el camino de la rebelión es también pacífico, constitucional y
democrático. La rebelión de la cual hablo no es la montonera a lo siglo XIX ni
un viaje a las montañas, disfrazados de guerrilleros, como la locura de la
década de 1960. Hablo de una rebelión ciudadana, de una insurgencia cívica,
basada en uno de los derechos humanos más básicos: el derecho a vivir en
libertad, el derecho a sacudirse una dictadura. Hablo de una rebelión
consagrada específicamente en la Constitución, no solo como derecho sino como
deber. Porque el país ha estado violando su propia constitución, al permitir
ser manejado por un régimen dictatorial, ilegítimo de comportamiento, corrupto
e inepto.
El régimen chavista, apoyado por el Alto
Mando Militar y un grupo de narco-generales es un tigre de papel, un espejismo
de poder que mantiene al país en sumisión.
¿En qué consiste la rebelión ciudadana? En
protestar masivamente, de manera perseverante y creativa en contra de ese
régimen. Ello puede expresarse de maneras diversas: marchas, desobediencia
civil, huelgas parciales y generales, de duración limitada o indefinida,
actuaciones legislativas de desconocimiento de los poderes usurpados por el
régimen, como lo son el Poder Electoral, el Poder Judicial y el Poder Ciudadano,
hoy marionetas en manos de traidores. Consiste en llamar abiertamente al
desconocimiento del régimen. Consiste en enjuiciar a Maduro desde la Asamblea
Nacional, en nombrar nuevos rectores del Poder Electoral, en destituir a los
magistrados traidores, ¿Es que van a poner presos a miles de venezolanos?
Se da por sentado que la Fuerza Armada va a
reprimir de manera sangrienta al pueblo. Que morirán ciudadanos víctimas de los
disparos de la Fuerza Armada. Esto es lo que se ha dicho. En justicia, yo no puedo
estar seguro de que no será así. De lo que sí puedo estar seguro es que una
represión armada en contra de un pueblo que está en rebelión por su democracia
y su libertad y su derecho a vivir dignamente tendrá una respuesta inmediata
por parte de grupos de la misma Fuerza Armada que no están de acuerdo con el
alto mando militar prostituido. ¿Significaria esto una guerra civil?
Probablemente pueda llamarse así pero, en el peor de los casos, duraría horas.
Lo más probable es que nunca ocurra. Lo que sí ocurre, silenciosamente, frente
a nuestros ojos, es la muerte diaria de venezolanos. Mueren de hambre, mueren
asesinados, mueren por falta de atención médica. Quienes se oponen a la
rebelión por temor a la violencia no se dan cuenta de que la violencia en Venezuela
ya forma parte de su vida diaria. Quienes piensan que podrían ser baleados
están hoy muriendo a pellizcos.
¿Es este riesgo a rebelarse lo
suficientemente grande como para justificar la aceptación de la esclavitud? Los
cubanos la aceptaron y véase el resultado. ¿Estaremos dispuestos los
venezolanos a aceptar una narco-dictadura de la familia Maduro-Flores, a comer
basura y a jugar monopolio con los billetes de banco?
Hasta ahora el chantaje del régimen, sus
amenazas, han surtido efecto. El país está callado. Ha aceptado sentarse en una
mesa de supuesto diálogo que ha resultado ser un fraude. Mientras esto ocurre
el régimen sigue haciendo desastres en lo económico, en lo político, en lo
educativo, en el sector de la salud, en materia petrolera. Siguen muriendo
venezolanos inocentes. El mundo entero ya conoce la existencia de una crisis
humanitaria en el país.
Escribo esto desde el exterior. No faltará
quien me diga: véngase para acá y póngase usted al frente de la rebelión o
cállese. Para ser exactos, ya me lo han dicho. Aunque fuera válida esta
exigencia, que no lo es, mi descalificación no le restaría validez al contenido
de mis palabras, porque consideraciones similares están hoy en la mente de
miles de venezolanos. Repito que en Venezuela hay un 67% de la población
dispuesta a la rebelión ciudadana. Yo solo soy un ciudadano más en busca del
liderazgo quien tome la bandera de la rebelión ciudadana, la alce y se vaya a
la calle.
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