La resistencia civil, así como la resistencia no violenta, consisten en acciones políticas que se basan en el uso de métodos no violentos por parte de grupos de civiles para desafiar a un poder, una política o un régimen en particular.
Esta estrategia se basa en el llamado y el desafío al adversario, mediante la presión psicológica y simbólica. Para lograrlo se involucran acciones sistemáticas que buscan debilitar las fuentes de poder del adversario y que de este modo se vea obligado a negociar o retirarse del poder político.
Generalmente, es un movimiento que se lleva a cabo cuando hay casos de golpes de Estado a gobiernos que fueron elegidos democráticamente y después suprimieron la separación de las ramas del poder público.
En algunas organizaciones la resistencia pacífica es conocida como No Violencia Activa para diferenciarla de una actitud de pasividad. En este sentido, el propio Gandhi, hizo énfasis en entender la no violencia como la forma de resistencia civil con dosis de ética, no sólo como negación a colaborar sino como una forma de decir no, construyendo.
Las características principales de estos movimientos son la resistencia ética, moral, religiosa e ideológica; el intentar lograr una negociación; la preparación, entrenamiento y concienciación del grupo; la formulación de peticiones concretas de cambio y transformación del régimen o sistema político-social; y, en algunos casos, la emisión de un ultimátum dirigido al oponente, entre otras.
A lo largo de la historia se encuentran ejemplos exitosos de este movimiento tales como el movimiento independentista de la India entre 1917 y 1947 liderado por Gandhi, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos en la década de 1960 liderada por Martin Luther King Jr. y las movilizaciones masivas contra el gobierno autoritario de Pinochet, en Chile entre 1983 y 1988.
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