viernes, 30 de diciembre de 2016

LO UNO Y LO OTRO - Manuel Narváez Chacón


Impaciente y pragmático, arrollaba a sus contrarios (y a sus propias contradicciones) jugando siempre en el imperceptible límite entre la audacia y la temeridad. Carismático y soberbio, pero también flexible, fue el líder populista, estatista, que promovió la Gran Venezuela; y también el líder del rigor económico, liberador de las fuerzas del mercado, que intentó El Gran Viraje.

El tiempo todo lo desbasta”. Esta frase de Juan José Delpino, ilustre juangrieguero, en su discurso con motivo del cincuentenario de la CTV, nos recuerda que el tiempo no siempre devasta; a veces desbasta.

El día de Navidad se sumó un año a la cuenta del fallecimiento de Carlos Andrés Pérez y creo notar que el tiempo está desbastando la memoria que los venezolanos vamos teniendo de aquel burbujeante personaje. La publicación del libro “La Rebelión de los Náufragos” parece haber marcado un punto de inflexión y hemos comenzado a ver no solo las sombras, sino también las luces del dos veces presidente. El hombre que se vio forzado a renunciar a la presidencia; que fue procesado y encarcelado; y que, vituperado y rechazado, salió a un segundo exilio del que no regresaría sino muerto; parece haber encontrado el camino de regreso desde las catacumbas de la ignominia.

Impaciente y pragmático, arrollaba a sus contrarios (y a sus propias contradicciones) jugando siempre en el imperceptible límite entre la audacia y la temeridad. Carismático y soberbio, pero también flexible, fue el líder populista, estatista, que promovió la Gran Venezuela; y también el líder del rigor económico, liberador de las fuerzas del mercado, que intentó El Gran Viraje. Su espíritu desapacible y, a juicio de Gonzalo Barrios, ayuno de una pizca de ignorancia, era caracterizado por Cayito Aponte en sus antológicas caricaturas fonomímicas exclamando con desbocado bifrontismo “Ni lo uno, ni lo otro; sino todo lo contrario”.

Una reciente caricatura en que Edo lo dibuja como ángel y como demonio, acompañado de la leyenda “ni lo uno, ni lo otro”, me ha llevado a replantear el sentido de la famosa frase. Pensaba que la expresión atribuida a CAP contenía una contradicción irresoluble, pero en verdad nos lleva a un corolario esclarecedor. Ni lo uno, ni lo otro; sino todo lo contrario: lo uno y lo otro.

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