jueves, 1 de diciembre de 2016

A estas alturas se puede decir que... – Elides J. Rojas L.

Ya a punto de terminar el año 2016, ya a punto de alcanzar el año número 18 de la revolución castrochavista en Venezuela, ya a punto de entrar en un 2017 que será determinante para el país, se puede decir, más o menos esto…

Se puede decir que los difíciles momentos vividos por el chavismo hace algunas semanas, que incluso puso a muchos a sacar cuentas y a visualizar el nuevo gobierno, están totalmente superados. Ciertamente tiene un horizonte oscuro y con el fracaso pintado en la frente, pero está sólido y muy bien parado con los militares como columna vertebral, el dominio absoluto de las instituciones y los pocos dólares que entran por petróleo. De resto no hay más nada. Pero, a duras penas, eso es suficiente para cumplir el único objetivo: mantenerse en el poder a como dé lugar.

Se puede decir que el chavismo, a pesar del enorme rechazo popular que lo acogota, trabaja en los sectores populares con mucha fuerza. Su secreto: las bolsas CLAP. Todavía no cubren lo suficiente, pero van para allá. Su estrategia es dar de comer a quienes solo necesitan eso. Un pobre pobre no necesita carro, cine, seguro para el carro, buena ropa, viajes, tarjetas de crédito. Eso es asunto de la clase media, si es que se puede. Así que mientras se debate en la oposición sobre el lenguaje de Maduro, sus metidas de pata y la ineficiencia de sus alcaldes más notorios, están conquistando a los cerros matándole el hambre. No necesitan más.

Se puede decir que al chavismo no le importa la salud, la educación o la seguridad de los ciudadanos. Le importa es el poder. No le importa la inflación ni la macroeconomía. Tienen la tesis que una mala gestión económica se liquida tirándole la culpa a otros, como hizo el muerto Fidel hasta su último día de criminal existencia. Pero mientras vea que la gente se conforma y se adecúa a lo mínimo que exista y haga sus colas por arroz y harina en perfecta formación, pues no hay nada de qué preocuparse. Es y será la vida en Venezuela. No otra. No estamos en Colombia o Chile. Y punto. Y al que no le guste que haga maletas.

Se puede decir que esto está más o menos así: la oposición tiene alrededor de 70% de aprobación y el chavismo no llega a 20%. Un pequeño grupo está que se va o se queda en un lado u otro, dependiendo de las caraotas que le lleguen. Más nada. Pero, con todo y eso, sin calle, manifestaciones ni protestas, esos números se quedan para hablar tonterías en las colas o en las calles. Ni siquiera la comunidad internacional pasará jamás del “estamos preocupados”, cuando observa la tremenda pasividad de los venezolanos, mientras el gobierno destruye la institucionalidad y se come la Constitución. El diálogo, está claro, no irá a ninguna parte. 

Se puede decir que en 2017, las pocas empresas que todavía están de pie, perdiendo plata pareja, irán cerrando y disminuyendo tamaño. No hay otra. Así que habrá un desempleo inocultable y lastimoso. La plata, como ahora, no le alcanzará a nadie, el tipo de cambio podría llegar a la luna. Y, lo peor, es que el gobierno no hará nada. No le interesa. Eso es guerra económica. Y ahí aplica lo mismo. Esa es la vida en Venezuela. Al que no le guste, pues ahí está Maiquetía. Como dicen por ahí, a quien no le gusta donde está, la tiene fácil: se va y listo.

Se puede decir, entre otras cosas, que viene el año 2017, igual o peor que el 2016. Eso significa que Venezuela será más como la Cuba que construyó Fidel. Y el muerto no la podrá disfrutar. Queda todita para los venezolanos.

erojas@elunivesal.com

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