Ya sucedió en Colombia y México cuando carteles que se hicieron con un inmenso poder a través del tráfico de cocaína, y de otros estupefacientes, se declararon en guerra contra el Estado y durante años activaron organizaciones militares y paramilitares que cometieron crímenes y desafuero atroces.
Y sucede en Venezuela, donde una mafia de narcotraficantes conocida como el “Cártel de los Soles” tomó hace 17 años el Estado desde dentro, lo utiliza como instrumento de la delincuencia organizada, y lenta, pero implacablemente, liquida instituciones, recrudece la represión y cada día es más una mafia en abierta rebelión contra la Constitución y las Leyes que “algo” a lo que se pueda llamar “gobierno”.
De modo que, las diferencias con el “Cártel de Medellín” de Colombia y el “Cártel de Sinaloa” de México son instrumentales, pues mientras Pablo Escobar y el “Chapo” Guzmán se alzaron en armas para tomar el Estado desde afuera y perdieron, el “Cártel de los Soles” empezó tomando el Estado y desde ahí lleva a cabo “su” guerra contra la democracia, la libertad, Venezuela y de todos quienes se les opongan.
Lo preside “formalmente” un ex líder sindical que fue electo presidente de Venezuela hace tres años mediante un gigantesco fraude electoral documentado en instancias nacionales e internacionales, pero sus jefes reales son una mafia de militares activos y retirados que empezaron participando, unos, en una intentona golpista fracasada, otros, uniéndoseles antes o después de tomar el poder, pero todos estructurados en una organización criminal, corrupta y terrorista profundamente implicada en el lavado de dinero, el narcotráfico y el terrorismo, ya denunciada y acusada en tribunales y cortes globales que los esperan para que den cuentas de sus fechorías.
No se piense, sin embargo, que el títere Maduro que se hace llamar “presidente” no esté incurso en los delitos de que acusan a sus jefes, pues el año pasado fueron detenidos en Haití dos sobrinos suyos cuando intentaban trasladar ocho toneladas de cocaína a los Estados Unidos y durante el juicio que se les hizo en una corte de Nueva York no se olvidaron de señalar que su “tío” estaba al tanto de sus actividades.
No hay, de todas maneras, acuerdo sobre quién es el capo di tutti del “Cártel de los Soles”, pues mientras algunos especialistas se sienten inclinados a concederle el mando principal al mayor, Diosdado Cabello, otros piensan que lo detenta el general, Néstor Reverol, y los más, un oscuro capitán perdido en una oscura gobernación de un estado llanero: Ramón Rodríguez Chacín.
Pero, lo más seguro, es que sea una jefatura compartida, y hasta pro tempore, pues si hay que buscar en el mundo contemporáneo pruebas de la sinuosidad, e incluso, opacidad con que puede operar el delito en la sociedad postmoderna, es en la República Narcosocialista de Venezuela.
Porque, ciertamente, si existieron palabras o conceptos como “revolución” y “socialismo” que en algún momento de la historia del siglo XX pudieron contar con cierta respetabilidad, y hasta venerabilidad, en Venezuela solo han servido para encubrir una enorme y gigantesca operación delictiva que ha implicado partidos, gobiernos y países enteros, y con la cual, el Estado, las instituciones y los recursos de un país rico como Venezuela se usaron para destruir la democracia, la libertad y la honradez en el continente.
De la misma manera que, en Colombia y México, a nivel nacional, intentaron hacerlo Pablo Escobar y El “Chapo” Guzmán, solo que con un poco más de respetabilidad, de sinceridad y hasta de “honradez” con los delitos que cometían.
Por eso, al Estado y la nación colombiana y mexicana les fue relativamente fácil denunciar y encontrar la solidaridad nacional e internacional en sus guerras contra los carteles de Medellín y Sinaloa, y por diversas vías, en un caso, el de Colombia, derrotar a Escobar y sus ejércitos de sicarios, y en el de México aislar, apresar y tener al borde del colapso a los carteles de Tijuana y Sinaloa.
No ha sido el caso de Venezuela, donde los orígenes del “Cártel de los Soles” pueden rastrearse en los cuarteles y, más específicamente, en las intentonas golpistas del 4 de febrero y del 27 de noviembre del 92, y no porque, necesariamente, estuviera en las intenciones de Chávez y sus cómplices instaurar un estado narcosocialista, sino, porque habiendo fracasado el movimiento militar y derivado hacía un partido político civil sin ideología ni tradición de lucha, pero marcadamente izquierdizado, fueron presa fácil de aliados como la narcoguerrilla de las FARC, y de una dictadura como la cubana que, desde sus inicios, jugó con y para todos los equipos de la ilegalidad.
Aclaremos, sin embargo, que cuando nace el chavismo, ya existía un “Cártel de los Soles” original, fundado en un cuerpo de las FAN, la Guardia Nacional, que era la que había derrotado al Ejército en los golpes de Estado del 4 de febrero y del 27 de noviembre del 92, pero que posteriormente, al plegarse al chavismo después de la toma de poder en el 98, va desplazando al Ejército y a otras fuerzas en su “utilidad” al narcosocialismo y termina incorporando al cártel a la mayoría de los oficiales mafiosos de la FAN que, no tienen empacho en intercambiar revolución por narcotráfico y socialismo por delincuencia organizada.
Hoy, por ejemplo, el excomandante de la Guardia Nacional, general, Néstor Reverol, acusado en tribunales internacionales de ser el jefe del “Cártel de los Soles”, es el militar más poderoso del país, ministro del Interior y Justicia, auténtico ministro de la Defensa detrás de un títere, Padrino López y vicepresidente detrás de otro títere: Tareck El Aissami.
Pero hay más: la Guardia Nacional, que fue el cuerpo de las FAN que derrotó los golpes militares chavistas del 4 de febrero y del 27 noviembre del 92 -y que en el programa de gobierno de los golpistas debía desaparecer “por corrupta, puntofijista y narcotraficante”- es ahora la columna vertebral de la dictadura del “Cártel de los Soles”, y su principal beneficiaria, defensa y garante.
De modo que, la actual crisis política, social y económica que hoy sacude a Venezuela -y que comenzó cuando el lunes pasado la Asamblea Nacional destituyó al capo Maduro “por abandono del cargo” y continúa en la oleada represiva que al momento de escribir estas líneas desata el “Cártel de los Soles” contra oposición- tiene que verse intrínsecamente y fundamental como la guerra entre la Venezuela decente representada en el Poder Legislativo, y la mafiosa y narcosocialista representada en el Poder Ejecutivo, y sus adláteres, el Poder Judicial, el Electoral y la Fiscalía.
Despojándola de los atuendos institucionales y constitucionales que el sistema híbrido creado por el fundador del narcosocialismo, Chávez, le creó en un evento constituyentista con el cual intentó cubrir – y lo logró por mucho tiempo-una dictadura que se autoelegía a través de fraudes electorales y ejecutaba toda clase de corruptelas e ilegalidades a nombre de los pobres y de una seudo revolución.
Lo que surgió y quedó de todo ello, sin embargo, fue la ruina cabal y absoluta de la otrora eficiente y solvente economía venezolana, la de otras economías del subcontinente como la argentina y la brasileña, y una gigantesca red de corrupción nacional, continental y global que hace años es noticia en las crónicas rojas de los medios y redes de todo el mundo.
Los “bolichicos”, la “boliburguesía”, los “narcosobrinos”, el “narcosocialismo”, son palabras que solo han podido crearse en una realidad extremadamente corrupta y pútrida como la chavista y madurista y que, como dijera el periodista, historiador y filósofo mexicano, Enrique Krausse, “aún no termina de mostrarnos toda su podredumbre”.
Pero, sobre todo, hace historia con el “Cártel de los Soles”, porque es la primera vez que una pandilla de narcotraficantes, corruptos y malvivientes toma un Estado, lo destruye y con sus astillas comienza a destruir la libertad, a la democracia y las instituciones.
Representado en un Poder Ejecutivo, su presidente, sus ministros y sus cuerpos armados, en un sicariato que anoche encarceló al digno general Raúl Baduel, que hoy amenaza con encarcelar a Lilian Tintori, la esposa del líder opositor, Leopoldo López, y a diputados, alcaldes y ciudadanos que se rebelan amparados en la Constitución, contra una mafia que ha destruido las riquezas nacionales y ha convertido a Venezuela en un país de hambrientos, enfermos y exilados.
El país que quiere denunciar hoy ante el mundo que es víctima y lucha, no contra un gobierno, sino contra un cártel, el primer cártel narcosocialista de la historia: el “Cártel de los Soles”.
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