Mientras la conciencia, un invento de San Pablo, es manipulable por el interés propio, el criterio es un producto de la razón que identifica correcto e incorrecto.
Conocer lo correcto, por el pensamiento, nos lleva a reconocer el bien y el mal, teniendo como principio moral la responsabilidad -consigo, con los suyos, con la sociedad- y como interés la historia personal que llamamos reputación. Disquisición necesaria para entender la miseria moral que infecta al chavismo, que hace lo incorrecto por interés propio aunque ese acto lesione su historia, pues tan solo importa la preservación del poder.
El ejemplo más indignante de esta miseria moral es la repartición de las bolsas de los CLAP, pues se niega el derecho a recibir su beneficio, pagado con el dinero de todos los venezolanos, y no con el bolsillo de Maduro, a quien se sospeche de su filiación opositora, aunque esta persona sea un vecino tan pobre y con hambre como los que portan la raída franelita colorá en la fila de la vergüenza, jamás antes vivida por esta nación.
Y quien se encarga de negarla es un infeliz pata en el suelo, ignorante y mugriento, a quien le ha bajado esa ñinga de poder por la demostración servil de su condición rastrera. Y el pobre, padre de familia y minusválido, que ha pasado toda la tarde en una cola para recibir la limosna alimenticia, colmada de propaganda, previamente cancelada en efectivo, recibe la sorpresa de la devolución de su dinero, porque el infame dueño de su hambre descubrió que tuvo alguna vez un retrato de Carlos Andrés en su casa, exactamente igual al que tenían la madre y la abuela del feroz represor, que tiene ahora el inmenso poder de condenar al hambre a quien le venga en gana.
Y aquel pobre hombre, destruido su orgullo, corretea, arrastrando su pierna lisiada, detrás de la ruindad ebria de poder, que se niega a atender su súplica, “para que aprenda a callarse la jeta”. Carecen de la piedad que define al ser humano, por lo tanto no son seres humanos, son malditas bestias humaniformes que condenan al pueblo que los encumbró, a la sumisión por la subsistencia. La más vívida expresión del significado real del chavismo en una palabra ¡MISERIA! Los líderes de esta podredumbre prepolítica corrupta han logrado, por la codicia del incondicional, lanzar al pueblo contra el pueblo, usando como garrote infamante una bolsa de comida, que si la dignidad fuera se le aventaría a Maduro y a su combo de despreciables miserables.
El ejemplo más indignante de esta miseria moral es la repartición de las bolsas de los CLAP, pues se niega el derecho a recibir su beneficio, a quien se sospeche de su filiación opositora”.
Miserables por naturaleza
Ese comportamiento miserable es inherente a la condición del chavismo, evidenciada por la inmoralidad con el asunto del billete de cien bolívares, que ocasionó saqueos y desesperación en la ciudadanía, penado en nuestra jurisprudencia, y se practica en todas las instancias a la que el pueblo debe acudir por imperativo de su dependencia económica. Toda la estructura del Estado asume el desprecio por quien cree diferente -no existe pensar diferente- y se aplica con rigor fanático, porque en ello se apuesta el reconocimiento de su amos. Y el pueblo beneficiado por callar y bajar la cabeza, se siente privilegiado y evita, como parias, a quienes son excluidos por sus protestas y críticas, así sean familiares o amigos o vecinos de toda la vida, contribuyendo a la propagación de esa asquerosa miseria moral que lo sume en otro tipo de pobreza, la de los que no tienen dignidad. La que convierte la obediencia perruna en motivo de orgullo. La que vive inmersa en la irracionalidad de la supervivencia de quienes confiesan con su humillación que no pueden valerse por su hombría y dependen de la migaja que se desprende de la mesa del poder.
"El PSUV repleta su nómina de carnetizados por el hambre, el “carné de la patria” es una licencia para comer, hay que inscribirse y callar, so pena de morir de hambre”.
Un pueblo humillado ante el hambre
El resentido social elevado a la categoría de funcionario, sustantivo inapropiado en la actualidad, porque en la realidad ninguno funciona, que se solaza en la humillación a la superioridad intelectual y moral, inalcanzable para su genética, es ahora la herramienta para someter a su propio pueblo, a través de la fuerza que otorga su microscópico poder de decisión en los barrios y aldeas más humildes de nuestra geografía. No tiene límites para la vejación, porque el conocimiento de su vileza por el alto gobierno es motivo de júbilo y ascenso, y así la ruindad se ha convertido en competencia nacional y todos quieren participar en esa justa de humillación popular.
El PSUV repleta su nómina de carnetizados por el hambre. El “carné de la patria” es una licencia para comer, hay que inscribirse y callar, so pena de morir de hambre. En el frontipicio de su sede nacional debe inscribirse con letras luminosas su lema filosófico: “barriga llena corazón contento”. “Quien come otorga” es la consigna de su estrategia política. Nunca el axioma “el silencio es oro”, en este caso comida, ha sido tan certero.
Por ello al chavismo gordo le importa un bledo ese 18% de aceptación que le otorgan las encuestas, 13% de corruptos, enchufados y delincuentes y 5% de bonzos estúpidos “yo me acuesto sin comer pero sigo siendo chavista”, que se hacen daño por hacer daño a los demás, cual suicidas islámicos. Mientras ellos tengan la comida y la distribuyan con ventajismo el pueblo los seguirá por miedo al hambre, que es el miedo atávico. El más antiguo de los miedos. Se ha introducido de tal manera en su psiquis, que su actitud ante la vida está signada por el miedo al hambre, por eso Bolívar se equivocó cuando opinó que el pueblo venezolano se humillaba en las cadenas y se exaltaba en la libertad, la verdad es que se humilla ante el hambre y la saciedad lo torna prepotente. Eso lo saben los empresarios.
En conclusión
Los comunistas han usado el hambre, derivada de su estupidez ingénita, como sistema alternativo de control social a todos los pueblos que han tenido la desgracia de sufrirlos. Siempre con una fuente externa para justificar la culpa, el bloqueo, el imperio, la guerra económica, dialéctica de la imbecilidad para ignorantes. Venezuela, la orgullosa patria de nueve de los once generales en jefe de la independencia sudamericana, es un remedo de país, escarnecido por los más atroces miserables de los que tenga memoria la historia de la humanidad. Y su pueblo, otrora orgulloso y solidario, es la viva imagen de la decadencia. Doblada la cerviz, patea su dignidad correteando detrás de una miserable limosna que desmiente su épica. Así quedan los pueblos cuando la ignominia, con nombre y apellido, los alcanza.
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