Nuestra Venezuela profanada y violentada por la rancia personificación de la “ideología-mito”, necesita de una profunda purga intelectual que desmitifique lo que para George Sorel y Gramsci, fue la glorificación del “ideal socialista, comunero y popular”, gracias al culto panfletario y Goebbeliano, de una mentira repetida mil veces y una imagen por mil palabras. Gramsci fue un amante del “cuento bien echado”, que hizo de las masas operadores intelectuales eficaces. Esa fue su “mole”, su “nuevo orden”, su vuelo desde los cuadernos de la cárcel…
Chávez ensayó la disciplina del mito iracundo, heroico y populacho. Un mito rocambolesco (dixit Alexis Polson), de miles de horas de vuelo, cadenas y épicas, para convencernos que era un súper pelotero, un monstruo de la política, un súper revolucionario caído de las sierras y vástago humilde de maisanta, cuyo guión sayonero, místico y errante, fue “la hegemonía comunicacional” de dominio colectivo de un Estado docente de cuentos fáciles de creer. Ese fue el elemento cohesivo principal, dotado de fuerza altamente centralizadora y disciplinadora. Nada nuevo bajo el sol. De la Europa del siglo XIX floreció la literatura popular, desde los romances de apéndice de Dumas a las obras de Chesterton, a las de Víctor Hugo, Zola y Balzac, hasta las maestras de Dostoievski y de Tolstoi. En Venezuela el elemento moral nativo que le dio frente al pueblo-nación, fue un mítico Bolivarianismo contado al estilo Dickens o Julio Verne, donde nuestro gran Robinson Crusoe (de Daniel Defoe) fue Hugo el náufrago: “soldado de actitudes sobrevivientes”, que descalzo a “las revieras del Orinoco”, fue liberado (y secundado) por piratas…
Para Gramsci la política es “una organización ilustrada, una fantasía artística... donde no hay cabida a la fría utopía o el raciocinio doctrinario, sino la creación de una fantasía concreta que operará sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva” El chavismo acertó en la ingesta de fantasías, cómo el Bolchevismo de Lenin que popularizó los ideales de Marx. Vale decir, la política que dejó de ser elitesca, secreta y en lugares apartados (donde las cosas “se hacían” pero no “se decían”), para comenzar a “hacerse” exclusivamente lo que “se decía”. Y “el pueblo” entró a la política liquidando su subalternidad.
El chavismo sin duda supo romper el molde de los cenáculos y vender el mito de que ellos no lo son, poniendo al pueblo “participando de lo que se dice...”Mitos... Con Chávez manda el pueblo; Pdvsa es de todos; Chávez es Bolívar pueblo y FFAA… Mitos. Entre Cuba y Venezuela, está el “mar de la felicidad”; ser rico es malo; ser revolucionario es ser Cristo redentor; la derecha es golpista y nuestra ruina ha sido la causa la guerra económica”. Una rocola que ha tratado de ser silenciada con la política convencional de mesas y coordinadoras, partícipes del mismo guiño socialdemócrata, mesiánico y jacobino (de comités), de elecciones heroicas y robinsonianas de “castrados indígenas” (los electores, los extranjeros de la política). Así tanto le ha costado a la oposición construir verdades entre su oferta y su militancia, esto es, por seguir en mitos donde no se hace lo que se dice y se hace lo "que no se dice". El mito del dorado. De la riqueza infinita y automática: el petróleo. El mito de Betancourt: Venezuela política y petróleo. Pueblo, pacto y centralismo de Estado. Presidencialismo a la rabiata. El Zeus de nuestra vorágine política…Vente y María Corina -es justo acotar- son los únicos que se han atrevido ofrecer un plan de acción política liberal, real, eficiente e imponente, basado en el ser, la educación, la innovación, la competencia, la tecnología y el capital. No en el colectivismo ilusorio, utópico e hipócrita (Dixit Alexander Popper).
Otro filósofo español que desmonta mitos de izquierdas y derechas, de religiones y de la cultura misma, es Gustavo Bueno. Un existencialista antiespiritual, auto-calificado como “ateo católico”, que comprendió que las izquierdas, no son más que mitos repentinos sin proyecto sustentable de Estado, que se hacen llamar socialdemocracia, liberalismo, jacobinismo, comunismo o maoísmo, y terminan destruyendo todo (anarquismo), por comportar un melange de maquillajes éticos sin relación con lo que visten y predican. Chávez en su cocktail ideológico, fue de izquierda y de derecha; evangélico, masón, cristiano, teresiano, santero y redentor, ¡a la vez! Al decir de Bueno “un anarquista sin otro hábito que nunca callar”. Como El Artista del hambre de Kafka, persuadió al pueblo de ser un “pata en el suelo”, cuando lo cierto es que fue [Chávez], el producto de una movilización social típica de la clase media de la IV República, que tanto satanizó. Y el mito de la no subalternabilidad al pasado, tomó su lugar.
El más peligroso de los mitos es el de creernos derrotados por un gobierno imbatible y genial. Nada más perverso. Nada más falaz, despreciativo y suicida. Como esa gran mentira llamada socialismo. La victoria está en nuestras manos. No en las masas. Ellas vendrán después. Al desplomarse los mitos, con lo cual cayeron todos los imperios. Eso es hacer política...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario