miércoles, 18 de enero de 2017

Aquel 15 de enero - REINALDO ROJAS

En la educación del siglo XX, gracias a la tecnificación de los procesos de enseñanza-aprendizaje, el antiguo maestro se transformó en facilitador.

Despersonalizada la relación pedagógica, el docente es concebido como un técnico, un experto, dentro de un proceso educativo que se asume como un sistema de producción. Auto-percibido como un trabajador intelectual, el docente se limita a cumplir su horario de trabajo, alcanzar unas metas programáticas y cobrar un salario. No es una metáfora. Es la forma como funciona o debiera funcionar el sistema escolar.

Sin embargo, cuando revisamos la historia de nuestra educación apreciamos que el maestro ha sido algo más que un asalariado o un técnico. En plena dictadura gomecista que fue, además de tiranía política, un régimen de atraso social y cultural para el país, la lucha de los educadores fue ejemplar. Tomaron el camino de la ciencia pedagógica, promovieron desde el aula, en congresos y asociaciones, ese extraordinario movimiento de reforma educativa que fue la Escuela Nueva, con su Pedagogía Activa. Para ello, el maestro asumió su responsabilidad política y su primer paso fue organizarse gremialmente, derecho prohibido por el gobierno de Gómez. 

Un grupo de educadores

Fue el 15 de enero de 1932 que en el Colegio Vargas de Caracas, se reunieron un grupo de educadores con el propósito de constituir la “Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria, movimiento gremial liderizado –entre otros-– por el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. En aquella reunión, quedó constituido el núcleo matriz de lo que es hoy el movimiento magisterial y docente venezolano, contando con la siguiente directiva: Miguel Suniaga, Presidente; Víctor M. Orozco, Vicepresidente; José A. López, Secretario; Isabel Delgado Sarmiento, Subsecretaria; Ana Gertrudis Chep, Tesorera y Virginia Martínez, como Bibliotecaria.

El maestro Suniaga señalaba, en aquella histórica reunión, que el propósito de la asociación era ocuparse de defender los derechos laborales del maestro, elevar su formación científica y cultural y velar por los intereses de la escuela y los derechos del niño. Para otro de los allí presentes, el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, el 15 de enero viene a ser una fecha que divide en dos la historia de la educación venezolana. ¿Por qué?


Recordemos su vehemente defensa de esta fecha como Día del Educador, en carta que le dirige en 1959 al entonces senador Mario Briceño Iragorry, Presidente de la Comisión Redactora del proyecto de Ley de Fiestas Públicas, la cual se debatía en el Congreso Nacional. La referida Comisión pretendía fijar el 29 de noviembre por ser la fecha del natalicio de don Andrés Bello. Frente a ello, dice Prieto Figueroa, que el 29 de noviembre será siempre el día de Bello. Pero sólo el 15 de enero puede ser reconocido como “el día de la solidaridad gremial del magisterio”. Además, la fecha ya había sido escogida como tal por la I Convención Nacional del Magisterio celebrada en Caracas en 1936 y reafirmada en la II Convención realizada en Barquisimeto, en 1937. Luego es oficializada por decreto gubernamental, el 13 de enero de 1945. Y la Junta de Gobierno, que tras la caída de Pérez Jiménez asumió la dirección del país, presidida por Edgar Sanabria, la volvió a ratificar en 1958. En consecuencia, el 15 de enero ya era una fecha de tradición que sólo la dictadura militar había decidido suspender en 1952. 

Toma de conciencia

Pero no era sólo por un problema de continuidad y tradición que Prieto Figueroa levantaba su voz de protesta. Es que el 15 de enero es el producto de una toma de conciencia, el resultado de una decisión colectiva y, por ello, es el símbolo de la unidad gremial del magisterio venezolano. Aquellos maestros no se sentían funcionarios del gobierno de turno sino servidores de una nación, de un país. Su gran tarea fue impulsar la modernización de la Educación a través de la implantación de la Escuela Nueva bajo los principios del Humanismo Democrático.

Y ese fue su secreto. Por encima de las persecuciones de la que fueron víctima sus dirigentes aquellos maestros crearon la Revista Pedagógica y alcanzaron importantes beneficios laborales, gracias a la unidad gremial y la actuación de sus dirigentes, libres de toda atadura religiosa o partidista.

Cuando hoy apreciamos un magisterio dividido en múltiples organizaciones sindicales y un educador que ha perdido su papel de vanguardia en la sociedad, con salarios depauperados e instituciones educativas sometidas al vandalismo y la inseguridad, cuando las estadísticas oficiales nos alertan del estancamiento de las tasas de escolarización pública en estos últimos años, pensamos en el maestro y lo invitamos a volver al espíritu de aquella fecha. La sociedad venezolana lo reclama.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario