sábado, 14 de enero de 2017

Nuestra inmigración juvenil volverá a vivir en democracia


La semana pasada, con los primeros días del nuevo año, el escenario del aeropuerto de Maiquetía, convertido por este Gobierno en uno de los más desolados de Sudamérica, era de lágrimas y desconsuelos por las despedidas que a cada paso se suscitaban entre familiares y jóvenes que marchaban

Francisco Russo

Cuán difícil es despedir a un hijo cuando se va, no precisamente de vacaciones sino a buscar lo que el gobernó de su país le niega, el derecho a calidad de vida y a la seguridad personal. Se ha hecho común en esta Venezuela, que con tristeza se diga, que ahora a los hijos se les despide en el aeropuerto o en el cementerio, porque no hay proyectos para los jóvenes o porque en cualquier esquina de cualquier pueblo, se le atraca y asesina por un teléfono o un par de zapatos.

La semana pasada, con los primeros días del nuevo año, el escenario del aeropuerto de Maiquetía, convertido por este Gobierno en uno de los más desolados de Suramérica, era de lágrimas y desconsuelos por las despedidas que a cada paso se suscitaban entre familiares y jóvenes que marchaban, la aflicción por los hijos que se van y los nietos que crecerán en otras latitudes de culturas distintas a las nuestras. Yo la sufrí en lo personal por la ida de mi hija Francys, quien regresa a Chile en busca de proyectos que le den calidad de vida y crecimiento personal. Por ello, ante las lágrimas de los tantos venezolanos que nos agrupamos en los mostradores donde se hace el check-in, y luego en el área de ingreso a la inmigración, dimos rienda suelta, sin vergüenza o rubor alguno, a lo más íntimo de nuestros sentimientos y allí recordéentonces, alguna estrofa del poema de Andrés Eloy Blanco, “… cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos dela tierra…”

Nuestros inmigrantes de ahora, dejan su tierra para emprender nuevos sueños y comenzar una nueva vida, pero ellos volverán, en algún momento esta pesadilla que padecemos terminará, y volverán cuando el país y un gobierno decente y respetable, democrático y respetuoso, les dé garantías de seguridad y de trabajos dignos, pues, como ya se ha dicho, toda la vida no cabe en una maleta, y porque los venezolanos que no tenemos una cultura de inmigrantes sabemos que tenemos un gran país y un valioso tesoro que es su gentilicio.

Hay que decirlo, estas separaciones no constituyen un boom, una moda o el hobbie de la época; el temor a ser asesinados porque el gobierno y el presidente no cumple su obligación de darle protección a los ciudadanos conforme lo establece la Constitución, los obliga a marcharse;la criminalidad continuo creciendo en el año que recién ha terminado y sigue amenazando brutalmente el bienestar de los venezolanos. Las cifras de muertes violentas nos ubican como el segundo país más violento del mundo. La demanda de empleos es en mucho, más grave que la oferta.

Pues bien, esta situación de desprotección de los derechos básicos de los venezolanos, con énfasis en las garantías a nuestros jóvenes para que crezcan y se desarrollen libres de amenazas a su integridad, a tener empleos dignos, al libre desenvolvimiento de su personalidad, con las naturales limitaciones derivadas del orden público y social, es una responsabilidad del jefe del Estado en el ejercicio de su gestión,-tan importante como aquella que lo obliga a garantizar la integridad del territorio nacional-, que lo hace incurrir en violación a los derechos humanos de los jóvenes, tan cierto, como que los derechos humanos garantizados en la letra de la Constitución, no son sólo los enumerados en su texto, son tambien todos aquellos que sean inherentes a la persona humana.

De modo que la desprotección del derecho a la vida, del derecho al trabajo, al crecimiento individual, a buena calidad de vida de los venezolanos que comienzan a transitar el ejercicio profesional o el desarrollo de un oficio, nos colocan a sus familiares en la nostalgia de verlos partir al exterior, porque el gobierno, que arruinó el aparato industrial y comercial del país y su dudosa mansedumbre ante el incremento del pranato y la criminalidad, no les garantiza libertad ni progresión personal.

Pero volverán, porque esa emigración de nuestros hijos quiere vivir en democracia y aquí habrá un gobierno en democracia, que más allá de la conocida frase, del gobierno del pueblo, sea la alternativa del avance de nuestros pueblos y sea también el sistema que ponga a prueba la capacidad de quienes la escogen y la consolidan.


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