El escritor Luis Britto García, autor de 83 libros y 4 cantos desesperados, no se ha vuelto a quejar del mal servicio de Hidrocapital, quizás está haciendo la cola para obtener el carnet de la patria y no ha tenido tiempo ni de enjuagarse la boca. He estado atento en los últimos meses después de su panegírico negativo a la empresa hídrica y ni siquiera ha rezongado ante la inusitada cantidad de gusanos de variados tamaños, colores y familias que llegan con el agua que con el sello de potable reciben los venezolanos en sus hogares, especialmente en Caracas y sus cercanías, pero también en Calabozo, Las Mercedes del Llano, Puerto Ordaz, Güiria, El Cobre, Yaguaraparo, San Juan de Manapiare y la Colonia Tovar.
Como experto en piratas y piraterías, cronista acallador de trácalas, el intelectual del régimen sabe mucho de ciencia ficción y de la confección de la mortadela, pero sobresale por su buen ánimo para justificar injusticias, exclusiones, baboserías propias y no tan ajenas, bravuconadas leguyéricas y toda la variedad de amedrentamientos que pueda concebirse en un Estado tomado por asalto por bandoleros de la peor ralea.
Instalado en su proletaria torre de marfil, ya debería haberse asombrado de que por el lavamanos, la ducha, la llave del fregadero, la manguera del jardín siempre verdecito y también por el tanque de la poceta salen seres acuáticos casi tan grandes como los que perseguía con su arpón cuando se dedicaba a la pesca submarina. ¡Qué tiempos aquellos!
En Cuba la nomenklatura resolvió su problema de justa distribución de los bienes disponibles apegados a la ecuación real socialista: el que parte y reparte le queda la mejor parte. Siendo ellos los que distribuían las tarjetas de racionamiento, al pobre Liborio le daban una y ellos se quedaban con cuarenta. Aquí pasa lo mismo con la tarjeta de la patria y las tarjetas de débito que reparten las misiones. Todas tienen la misma apariencia, pero no dan a todos por igual. Britto tendrá decenas de bolsas de CLAP, pero ninguna el vecino de al lado por vivir en una zona burguesa. Luis, te jodiste, tu “agua potable” viene de la misma planta de tratamiento, de la misma represa a la que lanzan cadáveres y otras linduras. El presupuesto del cloro, el propio cloro y los protocolos de potabilización se los llevaron para Cuba, como la dignidad, el amor propio y el respeto al pueblo que dicen defender y reivindicar. Farsantes. Vendo gusanera tropical verdadera, marxista, carnetizada y con 17 años robando a placer.
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