miércoles, 11 de enero de 2017

¿Entendieron los militares la lección civil? - Alfredo Maldonado

Tras el sobrio a la vez que afilado discurso de Julio Borges para estrenarse como presidente de la Asamblea Nacional, y tomando en cuenta proclamas del Presidente Maduro y sus nombramientos en el área económica, es fácil profetizar que 2017 será el primer año del resto del desastre -los errores y pecados mortales pueden ser muy elásticos.

Pero hay que preguntarse también si los patrióticos y confesamente chavistas militares venezolanos han previsto -se supone que como militares y formados en estrategia son previsores, aunque a veces cueste mucho creerlo- lo que se les viene encima cada día con mayor magnitud.

El chavismo, y ahora el madurismo, los han usado constantemente como represores de la ciudadanía, actuación muy diferente a control de la delincuencia y defensa de la seguridad. Chaperones de la tragedia socialista, cuadrados firmes ante dos sucesivos comandantes en jefe sentados sobre sus bayonetas, los militares son, lo entiendan o no, integrantes a plenitud de la tragedia venezolana y, por su avasalladora presencia, responsables protagonistas.

El ya muy difundido artículo del padre Ugalde, jesuita profundo que habitualmente llama la atención por su moderación siempre intencionada, en realidad es un mensaje a los centenares de miles de soldados, suboficiales y oficiales que proclaman a una que Chávez vive y la lucha sigue y, para que no quede duda alguna, en vez de la mano izquierda recta llevada a la visera de la gorra cubana, la levantan empuñada.

No se trata de si son chavistas convencidos o sólo obedientes, sino de saber qué son en realidad. Tras casi dieciocho años de apoyo al oficialismo castrosocialista, la gran mayoría venezolana cree que tenemos una Fuerza Armada conceptualmente bolivariana pero pragmáticamente castrochavista; es decir, políticamente ideologizada y activamente represora. Y no vengan a creer que la Guardia Nacional es un sangriento brazo de defensa de la paz y responsable de los golpes y perdigonazos contra ciudadanos que ejercen su derecho a protestar. Ellos son parte de la Fuerza Armada Bolivariana, dependen del Ministerio de la Defensa, meriendan y disfrutan del Círculo Militar y en cualquier momento, tal como van las cosas, hasta podrían llegar a tener un Ministro de la Defensa.

Habría que preguntarse cómo interpretaron esos militares políticos la lección de democracia y constitucionalismo que dieron los diputados, especialmente los de oposición, la semana pasada, cuando el presidente de la Asamblea Nacional y dirigente de un partido de primera importancia, traspasó el cargo a un sucesor de otro partido sin reservas, sin aspavientos, sin gritos -excepto los de los oficialistas, pero esos gritos ya los militares los conocen bien- ni empujones tramposos.

No hubo en ese acuerdo grados ni soles ni antigüedades diferenciales; hubo un libre acuerdo, una negociación de primus inter pares, y el cumplimiento de la palabra empeñada.

Los militares de estos tiempos deberían releer la historia venezolana para tratar de entender que han sido ejecutores de aquella profecía -¿o maldición?- de Simón Bolívar cuando describió a la Venezuela por la cual lo había entregado todo, como un cuartel. Bolívar, que era un genio de la libertad pero no un profeta del Caribe, no podía prever los cambios enormes que se producirían con el caminar indetenible del tiempo -que eso es la historia, un caminar diariamente que deja huellas visibles-, y que la Venezuela de cuartel llegaría un día a ser una democracia sólida y respetada.

Los militares de estos tiempos deberían releer la historia venezolana y compararla además con la que se ha venido escribiendo en los últimos veintiocho años -para no hurgar más atrás del “caracazo” pues sería mucho analizar- y darse cuenta de que han sido ellos protagonistas de lo poco bueno y lo mucho malo, de un vergonzante retroceso sociopolítico que será duramente cuestionado por los historiadores y analistas por venir.

Estos militares de ahora con sus uniformes a la cubana deberían terminar de comprender que, aunque hayan sido beneficiados con posiciones de Gobierno que los comprometen y con impresionantes equipos rusos de guerra, en realidad han perdido una veintena de años de desarrollo profesional; que aunque juren estar listos para combatir al poderoso ejército imperialista, a quien han estado combatiendo de verdad es a su propio pueblo, a sus familiares, a sus vecinos, a los venezolanos que admiran sus desfiles y odian sus represiones.

Una patria que sigue, pero que les tiene miedo, ya no son ejemplos a seguir sino hombres armados comprometidos con la represión y la dictadura.

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