"La conclusión sería que el problema político, ético, social, filosófico de nuestros días no es tratar de liberar al individuo del Estado, ni de las instituciones del Estado, sino liberarnos a la vez del Estado y del tipo de individualización que está ligado a él. Debemos promover nuevas formas de subjetividad por medio del rechazo de este tipo de individualidad que se nos ha impuesto durante siglos."
Michel Foucault, "El sujeto y el poder".
¿Quién ganó o quién perdió en Estados Unidos con los resultados de sus elecciones presidenciales? Es evidente que con el triunfo, inesperado por muchos, de Donald Trump, la geopolítica mundial se nos presenta con la posibilidad de evidentes cambios, los cuales, cuando menos, al parecer estarán circunscritos en un campo entre la emocionalidad y la racionalidad.
Entre el sujeto y el poder que analiza Michel Foucault estará centrado el control de las decisiones del país más poderoso del mundo, que se convierte de exitoso referente en las finanzas mundiales en triunfador político. La tesis de la tecnocracia empresarial de un acaudalado millonario se ha trasladado hasta la Casa Blanca.
No obstante, durante el transcurso de la campaña presidencial del país norteamericano, el discurso de Trump se movió sin tapujos por elementos raciales, machistas y de xenofobia, lo cual, aunque el ahora presidente electo intente neutralizar con un discurso inicial que lleve un mensaje de tranquilidad al propio capital financiero y empresarial que representa, porque allí está su origen, es obvio que las primeras respuestas no fueron satisfactorias, sino, por el contrario, fue posible observar un importante descalabro de los llamados mercados bursátiles y, más grave, en el contexto latinoamericano comenzamos por un desplome de las monedas latinoamericanas que, arrastradas por el dólar, imploran que haya estabilidad política en Estados Unidos con el propósito de que sus negociaciones internacionales no se vean afectadas más por efectos de las emociones que por las razones.
Ahora bien, ¿cómo llega Trump al poder, después de una campaña en la que su virulencia verbal fue el centro de los acontecimientos? ¿Acaso podemos olvidar sus declaraciones en contra de mujeres que podían apreciarse en un video, en el cual, prácticamente, disminuye la capacidad del sexo femenino a una simple condición de objeto sexual? ¿Olvidamos su visión de apartheid contemporáneo cuando prometió que construiría un muro entre Estados Unidos y México, pero que, además, tal separación geográfica sería pagada por la nación azteca?
Sin duda, que tales interrogantes nos orientan hacia una campaña desastrosa de Hillary Clinton, la cual se fundó en los ataques hacia su adversario, en vez de haber dejado que Trump se hundiera en sus errores. Hillary olvidó la economía, las condiciones de vida de los estadounidenses, las relaciones internacionales, pero sobre todo, olvidó que, como mujer, estaba enfrentando al propio establishment que pretendió representar, el cual en más de 200 años jamás había elegido a una mujer al frente de los intereses de su nación.
Del mismo modo, no puede ignorarse que los grandes medios digitales de la información en sociedades de alto consumo como Estados Unidos son un elemento clave en el campo de la política. Con la aparición de Internet y la multiplicación de las redes de comunicación (mal llamadas “sociales”), y si tomamos en cuenta, más allá de lo que vengan a hablarnos algunos analistas, la sociedad norteamericana no es precisamente un monumento de lectura, intelectualidad y diversidad cultural, porque es más bien un prototipo de una comunidad que desecha (por su alto nivel adquisitivo) lo que vive comprando, en la cual una juventud está sumida entre la ignorancia, la obesidad por la llamada comida chatarra, el consumo de drogas y la sexualidad desenfrenada.
Y en este mar salpicado por un fuerte oleaje de rupturas en el poder, las grandes corporaciones armamentistas se preparan para seguir con su dominación hegemónica. El anacronismo pensativo de quienes fabrican las bombas nucleares, los aviones invisibles, los trajes indestructibles de guerra al estilo del juego de video Counter-Strike, así como armas largas y cortas de todo tipo, van a continuar vendiendo la muerte al resto de las naciones subdesarrolladas, mientras en otras latitudes como en Rusia, China y Corea del Norte, comienza a ver de reojo al gigante del norte y preguntarse ¿cuál será la conducta de Trump?
¿Y cómo queda América Latina? Pues, con Trump en el poder, no tengo dudas de que, de ser considerada el “patio trasero”, pasaremos a convertirnos en el papel higiénico del gobierno de Estados Unidos. En otras palabras, quien no se subordine a sus intereses, más allá de la retórica que algunos mandatarios pudieran expresar, nuestros pueblos al tener una alta dependencia del dólar e intereses comerciales con ese país, no tendrán más remedio que claudicar, máxime cuando Trump, si algo conoce, es el imperio del capital.
Más grave, resulta el caso venezolano, atrofiado por un gobierno que dejó de gobernar al no tener capacidad de maniobra política, no solo por el descenso en los precios del petróleo, sino porque hasta está importando gasolina del norte y algunos de sus altos funcionarios están señalados de tráfico de drogas hacia Estados Unidos, aunado con la pérdida de apoyo popular por el descalabro económico y social, no sería descabellado afirmar que muchos de la cúpula “socialista” van a terminar arrodillados ante los más grandes capitalistas, con tal de no perder el poder, cuando menos por razones sobrevenidas.
La construcción del muro de Trump ha comenzado por el diseño de un control político movido por emociones. Así votó la sociedad de Estados Unidos. En consecuencia, no esperen de Trump el consenso y menos las decisiones colectivas. Si en algo se parece Trump a Maduro, está en su egolatría, su egocentrismo, su yoísmo y su espacio unipersonal ante la realidad política y social.
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