martes, 29 de noviembre de 2016

Carlos Raúl y el asedio

Carlos Raúl Hernández ha realizado un meritorio aporte al pensamiento contemporáneo con su obra Latinoamérica y el asedio revolucionario, lo cual bien merece algunas consideraciones.

El enrevesado universo de complicaciones propias de la política no solo requiere de una sólida base conceptual sobre los más variados temas universales, sino que adicionalmente el politólogo necesita una especie de malicia forzosa que va más allá del entendimiento común, para asomar una vena que tiene más cercanía con lo visionario.

La base conceptual está presente en Carlos Raúl Hernández porque es un hombre estudioso y culto, sociólogo con estudios doctorales en su haber, que se ha dedicado al ejercicio de la docencia, siendo representante icónico de lo más depurado de la academia venezolana. Este ensayo, que maravillosamente se encuentra a nuestro alcance, nos recrea por el espectro de una realidad dura, basada en argumentos sólidos y analizados desde una objetividad que le permite pasar por encima a la dura crítica, atinente a quien se atreve a publicar una obra. A mi juicio, Latinoamérica y el asedio revolucionario es un libro de consulta, tanto para cualquier persona que se interese por comprender la realidad de su tiempo como para agregar conocimiento útil, de primera mano, al mundo universitario.

Esa percepción de trascendencia, propia de quien se ejercita en el rudo terreno de los asuntos políticos, es en realidad una paradoja perfecta, porque el buen estudioso de los temas de su propia contemporaneidad cae en un doble ejercicio intelectual, en el cual Hernández se maneja con gran pericia.

En primer lugar, quien trata de entender la propia contemporaneidad entra en una confusión casi inevitable, como consecuencia de intentar comprender el propio tiempo en el cual uno vive. Si las cosas ya ocurrieron, es relativamente fácil tomar partido en relación a las mismas, pero si están ocurriendo, lo histórico nos es tan cercano que no lo vemos en su justa dimensión. En términos generales, no somos capaces de comprender el tiempo en que vivimos precisamente porque lo estamos viviendo. Ahí es donde aparece la genialidad de Hernández y en un acrobático esfuerzo intelectual, bajo sólidas bases conceptuales, se atreve a intentar darle forma a su propio tiempo. Eso de por sí, es ya un esfuerzo desgarrador del cual sale airoso y nos genera gran respeto y admiración.

La segunda paradoja es aun más curiosa. El habilidoso arte de la política tiene piso y ese piso es tangible. Carlos Raúl Hernández no cree en los saltos al vacío ni es un cultivador de utopías desechas, porque su apreciación de la política no es la política alejada de lo real, sino precisamente la verdadera, la implacable, la que luce demoledora y arrastra consigo a los más desprevenidos. Es un pensador que se plantea el asunto desde la realidad y eso se aprecia. No nos propone un asalto a la Bastilla, ni se contagia del espíritu indomable de los advenedizos, sino que trata de llevar lo aparentemente abstracto a lo real y en esa realidad no se puede dar puntada sin dedal.

Un asunto es lo que nos gustaría que fuesen las cosas y otro diferente lo que son. Así, sin ambages, lo muestra este venezolano en su obra, porque ha desarrollado ese recelo implacable, poniéndolo al servicio de una noble causa. Como si no fuese suficiente, Carlos Raúl escribe muy bien. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que plantea, pero bien vale leerlo para el deleite de quienes hemos creado devoción por la palabra escrita. En Latinoamérica y el asedio revolucionario, deja para la posteridad un anclaje preciso sobre lo que somos y de dónde venimos. Es un ensayo que se para en el ojo del huracán para aclarar el contexto que nos envuelve.

La región no se halla desdibujada para Hernández y lo deja más que claro en su obra, puesto que somos la deriva de una serie de eventos que nos trajeron hasta el presente. Educador al fin, propone soluciones tangibles ante los enmarañados escenarios de nuestro tiempo. Al plantear soluciones concretas, el tema educativo queda perfectamente expresado, resolviendo la interrogante: “¿Qué tipo de educación requiere Latinoamérica para reducir las desigualdades, desarrollar la sociedad, modernizarla, mejorar su calidad y tener mejores ciudadanos, más preparados para enfrentar la vida?

La politología se ha venido perfilando como una disciplina en donde la permanente evaluación de sus postulados se realiza midiéndolo en segundos. El siglo XXI ha planteado desafíos inéditos para el hombre de ideas. A diferencia de otras disciplinas, con elementos de mayor predictibilidad, los estudios de los temas políticos se hallan a merced de los cada vez más presurosos hechos históricos y bajo el signo de la dura incertidumbre. Como disciplina cuyo objeto de estudio es en ocasiones caprichoso, se requiere más que una buena base teórica para batirse en tan ásperos escenarios. Carlos Raúl Hernández posee estos atributos.

ALIRIO PÉREZ LO PRESTI
@perezlopresti

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