*** Falsificar la historia ha sido una estrategia de los totalitarismos nazi y estalinista no solo para adaptar el pasado a sus intereses sino para justificar sus acciones en hechos históricos. Eso han hecho el castrochavismo y el madurismo como explica el diputado Ramos Allup.
La vida y obra de los hombres públicos está sometida a la evaluación y crítica durante su vida y después de muertos. Sólo depende de quien la acometa y de la aceptación o rechazo que de ella haga la gente. Cuando el mundo sigue evaluando el tránsito vital del propio Jesucristo y los venezolanos nos referimos cotidianamente al Libertador (a ese mismo a quienes los pervertidores de la historia venezolana le profanaron los restos, lo envilecieron comparándolo con canallas de estos tiempos y hasta le falsificaron el rostro para asemejarlo al profano que quiso igualársele), unos cuantos roedores a quienes la tragedia nacional ha convertido en gobernantes, manifiestan ignara y fingida compunción cuando uno evalúa personajes trágicos que representan lo peor de nuestra historia. La verdadera historia, sepan los estúpidos que de ella hablan sin saberla, es lo bueno y lo malo, lo que enorgullece y lo que avergüenza, no la que se falsifica, ni la que se pervierte ni la que se distorsiona para sacar de ella lo que no gusta o para incluir lo que conviene al falsificador como hicieron los soviéticos y hoy pretenden imitar los sinvergüenzas representantes del saqueo y la deshonra nacional.
La imbecilidad gubernamental ha resuelto otra vez amenazarme con acciones judiciales que seguramente intentarán en los tribunales prostibularios del régimen, por mis comentarios sobre ese vándalo que fue Ezequiel Zamora, fundamentándome en conocidos textos históricos y en elementos de tradición oral. Se espantan porque señalé, entre otras cosas, que era estuprador de adolescentes, negrero que le cobró a la República la liberación de sus esclavos, agiotista que igual ejecutaba hipotecas de madres y viudas pobres que no podían redimir los préstamos recibidos y que le prestaba al 2% mensual al Ayuntamiento de Ciudad Bolívar siendo comandante militar de esa plaza, que se apoderó del patrimonio de sus hijastros Diez-Falcón y los arruinó y que se entregó gimoteando perdón al régimen de Monagas para que le perdonara la vida. No me extrañan los juicios: he perdido la cuenta de los que sin resultado alguno han intentado o con los que me han amenazado en instancias civiles y militares. No pueden saber que en estas materias y si fuera yo demandado existen la "exceptio veritatis" y la "memoria defunci".
Estos desvergonzados continúan fallidamente tratando de convertir en episodios de orgullo histórico los saqueos de Boves, la guerra federal con su Zamora, El Agachado, el indio Rangel, el Adivino y demás personajes grotescos; también lo intentan con el golpe nefasto del 4F, la rendición lacrimosa del comandante eterno y su revolución depredadora. Son capaces de lo que sea. Si han saqueado con sus latrocinios e incompetencias todo un país; si nos han convertido en parias internacionales a quienes execran de países que antes nos recibían con los brazos abiertos; si han puesto a millones de humildes ciudadanos a hurgaren la basura para comer algo; si nada dijeron cuando Chávez embarraba la gloria militar de Páez y de otros próceres de la Independencia; si se callaron cuando entregó nuestra reclamación histórica del Esequibo, profanó al exhumar el cadáver de Bolívar para de allí y con el ardid de unos tales estudios antropométricos contratar al francés Phillip Froesch para que fabricara en computadora una imagen amulatada del Libertador que se le pareciera; si cuando Chávez murió sus albaceas anduvieron debatiéndose entre enmendar la Constitución para meterlo de una vez en el Panteón al lado de Bolívar o embalsamarlo para exhibirlo en urna de cristal como Lenin, Mao y Ho Chi Minh, ¿qué autoridad tienen para demandar a nadie por el hecho de que denuncie sus imposturas y delitos?
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