miércoles, 31 de agosto de 2016

Con el viento en contra. Marianela Salazar

Mañana se hace realidad el mayor temor del régimen: la gran movilización popular. Urbanizaciones y barrios de la mano, cerro y más cerro bajarán a decirle al gobierno tutelado por Cuba que se tiene que ir, que el país no acepta más la ignominia de un régimen hambreador, que sumió al país en la violencia y produjo una insoportable crisis humanitaria. Estos 17 años de despojo, saqueo, narcotráfico y violaciones de los derechos humanos no se aguantan más. El narcorrégimen se ha esforzado en hacer de su caída una letanía de improvisaciones y arbitrariedades desquiciadas, que terminará por enterrar las bases del PSUV, una minoría que podría tener un futuro político al producirse la salida de Nicolás Maduro y asuma el poder un gobierno de transición.

La “Toma de Caracas” se convertirá en una movilización extraordinaria, todos los estratos sociales, juntos y hermanados, sin violencia y sin división, saldremos a la calle a exigir que se cumpla la Constitución y se convoque este año el referéndum revocatorio que permita una salida pacífica al más grave momento que ha vivido Venezuela desde la Guerra de Independencia. El pueblo desbordará los mecanismos policiales de represión y llevará un contundente mensaje político al mundo entero: Venezuela NO está dividida. Es una gigantesca mayoría que se unió como nunca antes en la desgracia de la hambruna, la ruina y la violencia, los verdaderos comandantes de la nefasta narcorrevolución chavista que muere asfixiada por consunción.

Durante muchos años fomentaron el odio que nos dividió como sociedad y nos invadió la vida, sacando a relucir lo peor de todos. Finalmente, y en medio de esta hora desgraciada, la calamidad vuelve a unir a los venezolanos, hoy somos una impresionante mayoría, casi 90%, que exige el revocatorio para salir de los responsables de esta vergüenza. Los venezolanos nos hemos reconciliado, sin agendas ocultas y mucho menos partidistas. La trillada versión de la enorme polarización no es más que un cuento chino. En el mejor de los casos el PSUV no supera 12% de apoyo popular y sigue cuesta abajo en la rodada.

Los vientos soplan en contra del régimen, por eso es capaz de cualquier cosa durante estas horas previas a la movilización del 1° de septiembre. Le tiene terror a la muchedumbre que saldrá de Petare o el 23 de Enero a pedir su cabeza, pero no podrá impedir que se conozcan las imágenes de reconciliación y unión nacional y se caiga el falso mito de la revolución invencible, que terminó reducida a un grupo de pranes cada día más aislados, identificados y hasta solicitados por Interpol.

Queda ahora en manos de la dirección política del chavismo decidir si se inmola con Maduro o le pide la renuncia, antes de que se convoque la recolección del 20% de las firmas y se logre superar los 8 millones de firmas que sentencien la muerte de este régimen oprobioso.

Llegó la hora

El éxito de la convocatoria también será un claro mensaje a la Fuerza Armada Nacional para que observe al pueblo unido en la calle exigiendo que se desmarque de la deshonrosa dictadura y asuma sus responsabilidades constitucionales. La oficialidad más joven está harta de amenazas, que han recrudecido con las últimas instrucciones para evitar los desplazamientos de ciudadanos hacia Caracas. Los comandantes de regimiento han recibido radiogramas donde los conminan a accionar el sistema de inteligencia comunal (sapos) para evitarlos, o de lo contrario serán acusados de cómplices o encubridores. En su mayoría, la oficialidad no se siente cómoda al ser identificada con la narcodictadura, y en un mundo con un orden jurídico internacional piensan que llegó la hora de depurar su imagen, y apoyarán la salida.

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