sábado, 21 de julio de 2018

No es contra Henry, es contra usted. - Antonio Ecarri Bolívar


Se ha desatado una feroz campaña, nacional e internacional, contra Henry Ramos Allup y hay que revisar: ¿a qué se deberá tanto odio, tanta inquina y tamaña desproporción contra el líder activo más importante de la oposición, dentro y fuera, de Venezuela?

La primera razón es de Perogrullo: la desataron sus adversarios naturales, los que pretenden seguir gobernando a Venezuela sine die, eternamente. Esa obviedad no tiene debate ni misterio alguno, porque tiene sentido, y quienes hacemos oposición al régimen lo aceptamos, como lo debe hacer todo aquel que asume el camino, riesgoso y lleno de peligros, de adversar un régimen de aspiraciones totalitarias. Hasta aquí no hay misterio alguno.

Donde comienzan las extrañezas es cuando uno ve por los medios alternativos –léase Twitter, Instagram, Facebook, WhatsApp, etc.– una larga lista de nombres, casi todos seudónimos, pero que dicen ser opositores. Obviamente, no escapa a nuestra inteligencia que buena parte de esos personajes, reales o falsos, forman parte de los robots que utilizan los laboratorios de guerra sucia del régimen para pretender destruir la reputación de un líder al que temen.

Lo malo es que la vieja veteranía política nos hace vislumbrar, por medio de la entretela de los mensajes calumniosos, la mano que mece la cuna de más de un “hecho el bobo” opositor.

Esto último produce más dolor que rabia, al uno percatarse de que pueden haber seres de tan baja ralea, de tan pequeña estatura moral y de tal cobardía que se esconden detrás del seudónimo para lanzar dardos envenenados, contra quien ven como un potencial rival para sus ilusas aspiraciones de gobierno utópico; y, entonces, parecen preferir a Maduro que a Henry Ramos Allup.

Precedentes tenemos. Claro que allí también está el largo listado de corruptos que han medrado de este gobierno, denunciados por Henry y quienes, desde el exterior, financian la campaña. Los tenemos identificados.

No podemos dejar de mencionar un tercer grupo de agresores: los tontos útiles, aquellos que creen que es moda atacar a los dirigentes opositores, porque los asumen como el desaguadero, como el drenaje de todos los males de la República, sin percatarse de que al ayudar al linchamiento moral de un líder de un partido histórico, como AD, están coadyuvando a la desesperanza de todo un pueblo que busca anheloso una salida a este desastre de gobierno que tiene buscando comida en la basura a la mayoría de los venezolanos y produciendo la diáspora más grande de la historia, desde Moisés hasta hoy.

A Henry Lisandro Ramos Allup lo conozco desde las aulas universitarias y recuerdo, vivamente, lo que de él decía y hoy sostiene el eminente catedrático carabobeño profesor de Henry, mío y de varias generaciones de abogados venezolanos, el doctor Hernando Grisanti Aveledo: “Quiero ver a Henry Ramos de presidente de Venezuela por su estatura moral, por su honestidad a toda prueba y para ver echando a patadas de la administración pública a cuanto ladrón sigue allí entronizado, porque le conozco su ética y su coraje, blindados a prueba de balas, que le permitirán hacer tan riesgoso como necesario acto. Eso lo sigue diciendo, palabras más o menos, a quien lo quiera oír allá en su modesta casa de Valencia.

Es que a Henry Ramos, como a todo dirigente político y a cualquier ser humano, se le conocen defectos, porque todos los tenemos. Habría que recordar la admonición de Jesús: “El que se sienta libre de pecado que lance la primera piedra”, pero el camino que escogieron sus enemigos, reales o gratuitos, de entrarle por el flanco de la corrupción, para tratar de descalificarlo a él y a su familia, es el equivocado, ya lo verán cuando Henry contrataque, que lo hará muy pronto.

En la vida de los hombre públicos hay mucha tela donde cortar para los ataques y a cualquiera se le puede linchar moralmente, con difamaciones, insultos y calumnias, pero debe también entender el acusador sin pruebas que el proceso se puede torcer e invertir la carga para el calumniador y debe estar preparado para recoger el estiércol que regó con saña.

Algún día se hará la biografía de Henry Ramos Allup, allí habrá que contar sus virtudes y, obviamente, sus defectos –donde jamás estará el de la deshonestidad personal–, pero, seguramente, si la escribe un historiador objetivo, deberá redactarla con el criterio del gran historiador venezolano don Augusto Mijares, quien afirmaba con certeza: “Todos pretendemos que nuestros actos, si son ‘explicables’, se consideren lícitos y disculpables. ¿Por qué no juzgar con el mismo criterio humano a los grandes hombres, y considerar que ellos también pueden proceder por los arrebatos de confusión, cólera, temor o precipitación que hacen a los otros hombres irresponsables?”.

Seamos justos con la valoración de nuestros líderes, seamos muy exigentes y críticos, pero no los linchemos moralmente, porque al hacerlo estamos trabajando para llevar agua al molino de un régimen que se quiere perpetuar en el poder y estaremos atentando contra nosotros mismos, contra la esperanza de un pueblo que aspira a salir de esta hecatombe y siempre será a través de un liderazgo común, integrado por liderazgos individuales, que han dedicado su vida a un ideal colectivo.

Hay futuro, pero solo si quedan vivos, en el presente, los conductores del porvenir.

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