En pocos meses el cuento de la revolución que aplasta a los venezolanos cumplirá 18 años de destrucción global del país. La intentona golpista del comandante fallecido y los demás militares que lo acompañaron, fue el punto de partida público de la toma del poder que había comenzado ya tiempo atrás de la mano de Fidel Castro. La gente, muy brava con los partidos políticos tradicionales, se fue de cabeza con los golpistas de la boina roja y algún tiempo más adelante los respaldaron masivamente en las urnas. De allí para acá van 18 años de plomo parejo contra todo lo que se mueva.
No se ha salvado nada. No es exageración. Destruyeron instituciones, figuras jurídicas, la estructura del Estado, las fuerzas de seguridad y defensa. Carreteras. Gobernaciones, alcaldías. La economía, los empleos. La moral, los valores, la educación. Chávez y sus herederos han sido realmente efectivos en esto de barrer con todo. Buen trabajo. Como bien lo harían los propios Castro. Es lo mismo. Y lo peor es que una cosa es lo destruido y otra lo que han hecho. En ese renglón el balance es cero. No han construido nada. Y lo que han hecho está mal.
Veamos, muy por encima, la obra chavista.
El segundo piso de la autopista del Este anunciado por el comandante muerto espera apenas por la inauguración, aunque hay que celebrar que el chavismo le metió tractor a un montón de árboles y eliminó el hombrillo de la autopista Francisco Fajardo para asegurar que ahora hay un canal nuevo. También les dio por abrir huecos en el trayecto para crear trochas de acceso rápido en ciertas zonas. Algunas han resultado, otras son el desastre que se esperaba. Por ejemplo, los tramos de la autopista Valle-Coche que literalmente flotan sobre el río, es cosa de tiempo para saber quién tiene la razón. O la moderna ingeniería chavista o los ingenieros tradicionales. Ya los pedazos nuevos llevan varios intentos de ir a competir con el Titanic.
Pdvsa más quebrada que Haití. La producción de gasolina dependiendo del petróleo que se compra afuera y no se paga. La petrolera a la espera de un canje de deuda para ver si quiebra el año que viene y no éste. El bolívar, como unidad monetaria, quedó para jugar barajas. No lo reciben ni en las islas del Caribe. La justicia es un brazo armado del gobierno. Al igual que el CNE, el BCV, la Fiscalía, los poderes en general. Se salva del apoderamiento la Asamblea Nacional, recientemente liberada por el voto popular. Pero, las mismas ramas del poder público pisadas por el chavismo la mantienen neutralizadas en sus acciones. De allí que los encargados de administrar justicia, no lo hacen. Los encargados de organizar elecciones, no las hacen. Los encargados de proteger la economía y el bolívar, no lo hacen. Los encargados de gobernar, tampoco lo hacen.
Así, Venezuela llega al año 17 del nuevo milenio más anclado en el subdesarrollo, más pobre que nunca. Con las mismas calles y autopistas que hicieron otros en tiempos mejores. Y viene peor.
Son apenas 18 años. Y todo el mundo sabe que viene peor.
erojas@eluniversal.com
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