Elyangélica González fue arrastrada brutalmente por militares hace un año en Caracas. Ella tuvo que salir del país, pero desde EEUU mantiene su compromiso de darle voz a una Venezuela cada vez más censurada. Por primera vez desde que llegó, la periodista cuenta su historia.
Ahora Elyangélica González forma parte de la planta de reporteros de Univisión Noticias. David Maris |
Ese día, un grupo de estudiantes protestaba la medida del máximo ente de justicia en Venezuela que quitaba poderes al Parlamento e inmunidad a los diputados, elegidos por votación popular. La ruptura del hilo constitucional por parte del gobierno de Nicolás Maduro desataría al día siguiente una ola de protestas que se prologó cuatro meses y dejó más de 150 muertos, centenas de heridos y más de 600 presos.
Elyangélica González, hoy reportera de planta de Univision Noticias, era corresponsal en Venezuela para Univisión y Caracol Radio. En el momento de la agresión que le cambió la vida y la de su familia, hacía su trabajo. Estaba en plena transmisión radiofónica cuando los oficiales empezaron a rodearla y le pidieron irse del lugar. Luego le exigieron entregar su teléfono y equipo de trabajo y posteriormente la golpearon y la convirtieron en víctima y protagonista de un dantesco espectáculo que alguien logró captar en un video que se viralizó de inmediato.
28 de junio de 2017
A un año del suceso, González recuerda que la denuncia que recibió el Ministerio Público el 7 de abril de 2017 "duerme el sueño de los 'justos' (está paralizada) irónicamente". Su abogado está preso por otro caso en el que lo implicó la justicia venezolana, el fiscal que investigaba tuvo que salir del país, y solo quedan algunos registros de prensa y declaraciones de organismos internacionales que denunciaron su caso.
Cuando alguien desde el edificio del Tribunal Supremo decidió encender la cámara, ya la periodista había sido golpeada con las botas de los guardias, le halaron el cabello hasta arrancarle una buena parte que un año después empieza a recuperar. Los militares la arrastraron, rompieron su teléfono y le provocaron un diagnóstico que quedó escrito en el informe del Centro Médico Docente la Trinidad: lesiones cervicales, lumbares y en el hombro izquierdo.
El informe médico después de las agresiones a la reportera en Caracas. David Maris |
Un año después evalúa que perdió mucho: su país, su casa, su tranquilidad. Además, su esposo perdió su carrera penal como represalia del gobierno por el escándalo de la agresión. Durante el violento episodio y mientras la golpeaban, un militar le gritó que su esposo iba a ser perjudicado. En efecto, seis días después Santos Montero Tovar fue destituido como juez penal, según se lee en este documento oficial:
Lo que no ha perdido Elyangélica González es su oficio que, desde Miami, ejerce a diario. Y tiene como objetivo darle más voz a lo que ocurre en Venezuela.
Todos los días, González llega muy temprano a la redacción porque trabaja para Despierta América. Puede estar cubriendo una tragedia como la de Parkland (Florida) y tuitear al mismo tiempo sobre temas muy específicos, con muchos detalles, sobre Venezuela. Puede transmitir una declaración del senador Marco Rubio e informar sobre las necesidades de un medicamento para el cáncer de un niño venezolano. Ella está aquí y allá.
"Hoy es 31 y se cumple un año de la agresión. Esa paliza me cambió la vida y la de mi familia", comenta. Está dispuesta a recordarlo.
¿Alguna esperanza de justicia en tu caso?
El abogado que me ayudó a hacer la denuncia ante la fiscalía es un perseguido judicial del gobierno de (Nicolás) Maduro y del fiscal lo último que supe es que se fue del país ante el cambio del Fiscal General (Tarek Williams Saab, un funcionario chavista que fue gobernador por el partido de gobierno. La Asamblea Nacional Constituyente -impuesta por el oficialismo- lo nombró Fiscal a la salida de Luisa Ortega Díaz).
Hubo organizaciones, embajadas y voceros de instituciones importantes que se pronunciaron después de tu agresión...
Las primeras en pronunciarse fueron la Cancillería de Colombia, la Sociedad Interamericana de Prensa, La OEA, y organizaciones de periodistas regionales. En Venezuela, la Asamblea Nacional, el Instituto Prensa y Sociedad, ONG's. Por supuesto Univision, Caracol Radio y recibí (y aún recibo) la solidaridad de cientos de miles de personas a través de mis redes (tiene más de 250,000 seguidores en Twitter). Desde ese 31 de marzo, entendí perfectamente que no se trata de mí, se trata de una agresión a la libertad de expresión, a todos y cada uno de mis colegas que diario salen a buscar la noticia, venciendo la censura oficial y sus propios miedos.
¿Puedes volver a Venezuela y ejercer periodismo?
Me encantaría, pero creo que aunque legalmente es posible, humanamente es un riesgo muy grande. Desde el momento en que puse la denuncia, comencé a recibir llamadas telefónicas, primero desde un "número oculto", y luego desde un número aparentemente estadounidense. Me decían que me iban a "joder", que iban a secuestrar a mi esposo y a mis hijos, que iban a enviarme a mis hijos "picados, en cajas".
Me decían que me iban a "joder", que iban a secuestrar a mi esposo y a mis hijos, que iban a enviarme a mis hijos "picados, en cajas".
Un terrorismo que me generó ataques de pánico. Comencé a somatizar la situación con una especie de tic nervioso en el ojo, me mareaba, lloraba todo el tiempo, con motivos o no. Fue terrible cubrir las protestas los primeros dos meses, sentía que me perseguían, que me harían daño. Nunca compartí con mi esposo ni mi familia detalles de estas amenazas ni lo que me pasaba. No quería asustar a nadie. Recuerdo que le pedí orientación a una persona de contrainteligencia para saber la procedencia de estas llamadas y nunca obtuve respuesta.
Pero un día pasó algo más grave con esas amenazas. ¿Quieres contarlo?
Un día, recibo una llamada de la recepción del colegio de mis hijas, entonces de 9 y 3 años. Me dicen que dos hombres las estaban buscando por autorización mía, les dije inmediatamente que no y salí corriendo al colegio. Al entrar recibí una llamada internacional y me dicen: 'Esta vez estuvimos cerca, la próxima nos las llevamos'. Ese día supe que no tenía nada más que hacer en el país.
Dices que esto cambió tu vida y la de tu familia. ¿En qué sentido?
Definitivamente me cambió la vida. Un nuevo comienzo, un nuevo país, otro idioma. Regresar a cosas que a mis casi 40 años creía superadas, como el pago de una renta, teniendo casa propia en Venezuela, o de un vehículo, cuando mi esposo y yo estábamos estables en Caracas. Para todos ha sido un cambio drástico, radical.
El desarraigo pega duro, sentir que no eres de aquí, pero tampoco de allá, porque esa Venezuela no la reconoces. Dejar atrás a los amigos de siempre. Por ejemplo, mi hijo mayor (tienes tres) se estaría graduando de la secundaria este año y no estará en el acto con sus compañeros, con quienes estudió desde que era un niño. Aunque todo este cambio genera cierta resistencia, una vez que se asume se entiende que todo el dolor y la frustración también son parte del proceso para crecer, para entender que comenzaste una nueva vida.
¿Esto al mismo tiempo sirvió para darle voz al tema de Venezuela desde otra perspectiva? ¿Se puede decir que eso es algo positivo?
Frente a lo negativo que pueda significar que te arranquen de raíz de tu país, puedo decirte que todo ha sido ganancia. Siento que mi voz ahora es mucho más fuerte y al mismo tiempo, la voz de millones que no tienen voz propia, porque viven oprimidos, con miedo y a veces incluso en la ignorancia premeditada de quienes cierran todas las posibilidades de que la gente se informe en Venezuela. Agradezco mucho esta oportunidad de seguir ejerciendo y de darle fuerza a los temas de Venezuela y Estados Unidos.
¿Cómo ves el tema de la censura en Venezuela a un año de eso?
Creo que ha empeorado. La censura es política de Estado. Se ha hecho una acción estructurada, diseñada para que no se filtre en los medios oficiales nada que pueda dañar al gobierno y para que todo lo que sale por medios independientes sea señalado, descalificado so pena de sanciones duras contra quienes se atrevan a estar por encima de eso.
A Dios gracias son muchos los colegas que no se rinden y burlan a diario la censura férrea, a través de los medios digitales, los distintos medios internacionales que tienen a sus corresponsales y aquellos que se reinventaron para sacar al exterior todo lo que pasa internamente. La sociedad es nuestra principal cómplice. Es mucho lo que nos llega por otras vías, de buenas fuentes que están dentro de las propias instituciones, pero que no están de acuerdo con callar. Eso me da mucha esperanza sobre quiénes serán al final los vencedores contra la censura.
¿Qué te preguntan los periodistas de otros países?
Están interesados en saber si ha prosperado mi denuncia, si al menos se han hecho investigaciones. Se impresionan de cómo después de denuncias como la mía contra funcionarios policiales o militares, en lugar de sanciones hay premios para los victimarios.
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El coronel de la Guardia Nacional Bolivariana Bladimir Lugo fue quien dio la orden para que agredieran a Elyangélica González. Tres meses después manoteó y sacó de un espacio de la Asamblea Nacional al presidente del Parlamento, Julio Borges. Luego de ambas acciones fue condecorado por el presidente Maduro.
¿Crees que los medios en inglés dan suficiente cobertura a Venezuela?
Creo que los medios internacionales hacen una cobertura coyuntural de lo que pasa en Venezuela, pero no hacen un seguimiento de la profunda crisis. A pesar de que algunos tienen corresponsales allá no está en el radar de los medios en inglés, por lo general. Eso es muy triste, pero cuando hacen alguna historia sobre lo que pasa en Venezuela es muy importante.
Es la primera vez que cuentas tu historia desde que llegaste a Estados Unidos...
Sí... Yo quisiera decir dos cosas: mi madre es ciudadana americana, tiene 25 años en este país y toda mi familia está fuera de Venezuela, pero para mí, irme de mi país jamás fue una opción. También quiero decir que hasta hoy no sé quién grabó el video en el TSJ, pero le agradezco mucho. Fue la forma de hacer visible un problema de todos los días en mi país. Lamentablemente a mi me tocó protagonizar.
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