Este artículo lo escribo viendo con impotencia lo que ocurre en nuestro país, no sólo la crisis alimentaria, ni económica, ni política, sino la crisis de humanidad que tienen los que gobiernan el país, y que con mucha preocupación, noto cómo la hemos asumido como nuestra sin querer.
Vemos cómo los que ostentan desde hace dos décadas el poder se han convertido en una clase privilegiada, que con sus grandes carros de último año, sus mansiones y sus anillos de seguridad, se han encargado de ser los únicos venezolanos con acceso a lujos, pero a través del erario público y no por su trabajo, creyéndose venezolanos de primera.
Mientras ellos quieren que veamos que tenemos otra clase de venezolanos, los de segunda, que para la vista de estos bandidos gobierneros son aquellos que a pesar de los esfuerzos de años de las familias para poder tener una estabilidad económica, social y cultural, hoy se han visto sumergidos en la pobreza que encaramos más del 80% de los venezolanos. Por esta crisis en la que se ve sumergida este núcleo básico de la sociedad, ha crecido la necesidad de embarcar a sus hijos, o a la familia entera, en la aventura de abandonar el país donde nacieron porque no tienen la oportunidad de crear o mantener su propia familia, de acceder a un hogar, a una simple canasta básica para poder vivir, tomando la decisión y buscando la forma de conseguir cómo montarse en un autobús, endeudándose, para irse, esperando a alguien que los reciba en otro país para dar los primeros pasos en ese sueño, tener un hogar, una familia que en nuestra patria los bandidos que nos gobiernan nos arrebataron.
Pero existe para este gobierno una tercera clase de venezolanos, esta clase hemos visto como casi nadie la recuerda, es la misma que masacraron en las celdas de PoliCarabobo el 28 de marzo de 2018, donde mataron más de sesenta reclusos que se amotinaron por lo que los venezolanos de a pie lo hacemos: hambre, falta de medicinas, injusticias y corrupciones de todas las instituciones. Es la clase de personas que hace aproximadamente 8 meses denunciamos se encontraban privadas de libertad en calabozos del CICPC de Cumaná, y que existían enfermedades como tuberculosis, VIH que no sólo afectaba a esos reclusos si no a la colectividad en general, familiares, custodios, son estas personas jóvenes en su gran mayoría que a pesar de sus errores siguen siendo personas, hermanos venezolanos que asumieron la delincuencia como el único vehículo de movilidad social ya que el gobierno nos robó la premisa de que el trabajo y el estudio son las únicas vías verdaderas para surgir como persona, en lo económico y lo social.
Es hora de que entendamos que las divisiones que vemos las busca el gobierno, debemos dejar de un lado la indolencia que el régimen nos ha administrado, y tenemos que entender que sólo juntos podemos recuperar nuestro país, y que en la reconstrucción todos volvamos a ser venezolanos de primera.
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