Por estos días en esta Venezuela venida tan a menos, cuesta trabajo saber cuál es el precio de una bolsa de comida pero, dolorosa paradoja, lo que sí sabemos es que vale más que una vida, o al sí al menos nos lo han hecho parecer quienes este jueves asesinaron a Rolando Vela, joven de apenas 24 años de edad, oriundo de Tovar y cursante del séptimo semestre de la Licenciatura en Enfermería de la ULA.
Crudo y simple precio: una vida por una bolsa de comida; dolorosa escala de valores la que ha condenado a muerte a Rolando, quien pagó con su vida el hambre y la rabia que otros han causado, esos que se dicen revolucionarios con sus caras obesas, sus flacas éticas y sus manos llenas de sangre.
Y es que a Rolando no sólo lo mataron los asesinos que le dieron dos tiros para quitarle la comida, pues tan culpables como ellos, no se nos puede olvidar, son aquellos que simultáneamente han acorralado a un pueblo hambriento mientras han dejado que la delincuencia reine en las calles.
No se nos puede olvidar y así nos lo han recordado sus amigos y compañeros de clases quienes ayer viernes llenos de dolor pero también de dignidad, han protestado por su muerte atravesando una ciudad rodeada de basura, atestada de ancianos en colas a las puertas de los bancos y sobre todo, contagiada de mucha resignada indiferencia.
A Rolando lo perdimos ya: como a muchos, su futuro, sus sueños, su deseo de servir a los demás desde su noble profesión de enfermero, todo ello le fue arrebatado por una bolsa de comida.
¿Cuántos más morirán por esa misma causa? ¿A cuántos matará el hampa antes del final de esta pesadilla? ¿Cuántos Rolandos tendrán que seguir muriendo y huyendo antes de que esta hora terrible acabe?
Ojalá no sean muchos, ojalá y no muera uno más… Descansa en paz Rolando, descansa en paz en tu tierra tovareña en la que hoy serás sembrado muy temprano muchacho, demasiado pronto…
Rafael Cuevas Montilla
ULA Mérida.
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