Caracas, 25 de mayo.- Ahí estaban. Sonrientes. Tanto Nicolás Maduro como Cilia Flores. Los jefes de la nueva cúpula del poder. De un poder ilegítimo y de facto, puesto que Maduro ha sido reelecto en un proceso fraudulento que nadie reconoce.
Y ahí estaban también generales, coroneles, capitanes, y soldados. Todo el alto mando. Han rendido pleitesía a un dictador sin la más remota de las vergüenzas. A ese tirano y al tirano fallecido. Al fallecido lo tildaron de “comandante supremo y eterno” (sic), mientras la voz de mando ordenaba “con vista al frente” a un estandarte con su rostro: “Chávez vive”, gritaron los oficiales. Escupieron la Constitución en cadena nacional. Y no les importó.
Después procedieron, también con descaro, a rendir honores a Nicolás Maduro. Y luego, a Simón Bolívar. Es peor que en Cuba. Solamente comparable a Corea del Norte, en donde resulta una línea de obligatorio cumplimiento la genuflexión hacia un tirano fallecido y a un tirano vivo. Y quien no lo cumpla, debe ser ejecutado.
Maduro sonreía. Era la consumación del acto de genuflexión más vergonzoso de la historia de Venezuela. Ni siquiera el dictador Marcos Evangelista Pérez Jiménez se atrevió a un abuso de este tipo. Y observe el lector que Pérez Jiménez era un sanguinario dictador. Pero nunca llegó al extremo que este jueves, con estupor, observó todo el país. Un país con unos ciudadanos cuya preocupación primordial es el hambre, pues el régimen ya provocó una espiral hiperinflacionaria y de recesión que no se detendrá sin llevar a cabo grandes reformas de política económica. Y entonces ese mismo pueblo, prefiere ocuparse de las soluciones más próximas a la base de la pirámide. Es lo que tanto buscaba la cúpula del poder.
Que nadie se equivoque. El hambre y la tragedia generalizada son producto de un plan preconcebido por el comunismo cubano y ejecutado, en primera instancia, por el comunismo chavista, y en segunda instancia, por el comunismo madurista. Ni el tirano ni la cúpula pecan de ignorantes. Saben lo que están haciendo. Empobrecen ex profeso. Y luego se rasgan las vestiduras por una estúpida guerra económica que nadie cree en la base roja, prometiendo imposibles para los años por venir. Siempre en futuro. Nunca hay presente.
Hora de que la Oposición -toda la dirigencia- tome nota de los hechos y se aproxime a una unidad sincera de objetivos y estrategias. Es urgente. O Nicolás Maduro terminará de destruir lo que queda de Venezuela.
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