A días de producirse la designación presidencial, Venezuela sigue cumpliendo la disciplina forzada de hacer largas filas. Uno detrás de otro, como ejército resignado, los habitantes procuran obtener dinero en efectivo. O el cobro de las pensiones. Sin embargo, el gran triunfo de la sobrevivencia sigue siendo llevar a casa una bolsa de alimentos. Y, claro está, esquivar cualquier forma de atropello del poder. El país está roto de hambre…
La necesidad de comida ha abierto un abismo del cual nadie sale ileso. La vida parece andar en retroceso. Venezuela ostenta una cifra escandalosa: al menos 70% de los padres de la nación petrolera dejan de comer para que sus hijos lo hagan, y eso a medias. En definitiva, el país está roto.
El dato lo ofrece el más reciente informe de la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela –Encovi– una consulta a 6.188 hogares realizada por UCAB (Universidad Católica Andrés Bello), UCV (Universidad Central de Venezuela) y USB (Universidad Simón Bolívar).
En uno de esos hogares, lamentablemente visibilizados por el hambre, viven José, de 7 años; Isaías, de 8; Israel, de 12; Esteban, de 13 y Elías, de 15. Los cinco menores son de los Valles del Tuy, pero ellos cada mañana acompañan a sus padres hasta el mercado de Coche en procura de alimentos.
Los jóvenes, quienes aseguran estudiar en las tardes, llevan en sus espaldas los morrales tricolor donde colocan lo que van recogiendo de utilidad en las calles.
De Coche se dirigen a la esquina del centro comercial El Recreo, a donde llegan luego de casi dos horas de travesía desde su punto inicial. Allí, cerca del tumulto que ocurre en el mercado Bicentenario, donde muchos esperan alzarse con una bolsa de comida, los cinco menores ponen a prueba la humanidad de Venezuela. Se exponen a un valor que se ha desgastado en el paìs gobernado por Nicolás Maduro, la misericordia. Salen rotos.
En el Bicentenario es la cosa
Si ya merodear en El Recreo, fustigados por los funcionarios policiales, resulta una proeza, no pocos se preguntan cómo hacen tantas personas para soportar una fila que demanda la espera de todo un día, a veces más, solo para conseguir algo de alimentos en los supermercados del país.
Las concentraciones de venezolanos en las puertas de la Red de Abastos Bicentenario –estatizada y rebautizada así en 2010– son el mayor grito contra una burocracia que se traga la efectividad de cualquier presupuesto.
La Guardia Nacional hizo un cordón de seguridad en los alrededores del Bicentenario… |
En la Zona Rental, en las inmediaciones de Plaza Venezuela, en la mitad de Caracas, el Bicentenario provocó, unos días antes de las elecciones presidenciales previstas para el 20 de mayo, que gran parte de los caraqueños suspendiera sus rutinas de trabajo ante la urgencia de un combo que a algunos les resultaba apetitoso.
La esperanza de comer queda en la basura para algunos venezolanos |
Otros expectantes, ante la imposibilidad de adquirirlo, lamentaban no tener con qué comprar dos harinas, dos arroz, dos aceites y dos pastas. El valor del combo era de 575.000 bolívares.
Los ciudadanos, dominados por el estómago, se sometían por una bolsa. No se permitía ningún arrebato o furia colectiva. Los cuerpos policiales se volcaron a custodiar los alrededores aunque para otros era una intimidación a las reacciones que pudieran desatarse.
Los ciudadanos, dominados por el estómago, se sometían por una bolsa. No se permitía ningún arrebato o furia colectiva. Los cuerpos policiales se volcaron a custodiar los alrededores aunque para otros era una intimidación a las reacciones que pudieran desatarse.
El gobierno ofrece mil bolívares contra la guerra económica
Largas filas de personas en los bancos. Los pensionados quieren efectivo, el nuevo oro en Venezuela |
Esta semana resultó especial para los pensionados de Venezuela. Cobraron su respectivo bono, más un aumento de sueldo, algo de retroactivo y la asignación añadida de 1 millón de bolívares que el Gobierno llama beneficio contra la guerra económica.
Con una suma de 2.400.000 bolívares se pretende que los mayores alivien el impacto que significa adquirir alimentos, el único bien al que aspira a tener hoy el venezolano.
Como era de esperarse, largas filas se vieron en las entidades bancarias. El operativo de pago, engorroso como siempre ha resultado, fue supervisado por la Superintendencia de Bancos (Sudeban), las autoridades del Seguro Social y funcionarios del Banco Central de Venezuela. Este último suministra los insumos para que los extrabajadores salgan cada uno con su remesa.
Aunque los pensionados pueden recibir sus montos directo a sus cuentas vía transferencia desde la banca, hacerlo por taquilla resulta beneficioso: pueden restar el valor de los alimentos al momento de adquirirlos en los mercados informales. En Venezuela, hay productos que resultan más costosos cuando se paga con dinero plástico.
En los comercios de la redoma de Petare, por ejemplo, al igual que en el mercado de Pérez Bonalde, en Catia, un cartón de huevos se cotiza en 1 millón y medio de bolívares. Pero, todo cambia al salir.
En ambos extremos de Caracas, los buhoneros despachan el cartón de huevos en 600.000 bolívares, pero solo si se cancela billete sobre billete.
Esa realidad se replica en todo el país. Lo que produce este paralelismo es que los pensionados se valen, muchas veces, del efectivo que reciben en los bancos y lo revenden para a veces triplicar la cantidad en sus cuentas. En Venezuela, el efectivo equivale a tener oro en mano.
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