miércoles, 29 de agosto de 2018

“Los gritos del Silencio” Pol Pot, por Walter Boza

Es el título de una extraordinaria película inglesa (1984), laureada con varios premios por su excelencia; narra la historia de un periodista del New York Time, enviado a Camboya en 1972 como corresponsal de Guerra en virtud de la alarmante situación que vivía ese país.


Camboya, es vecina de Viet-nam, Laos y Tailandia, todo lo que allí ocurrió fue uno de los episodios más crueles y devastadores de la historia del siglo XX; con métodos viles e inhumanos, producto de la toma del poder por una minoría fanática, después de un periodo de guerra civil entre 1970 – 1975 y dirigida por un personaje sombrío como fue Pol-Pot, sin duda un psicópata genocida que bajo las banderas de la “revolución”, convirtió a Camboya en un verdadero infierno.

Fundó un nuevo partido (Los jemeres rojos), a través de esa organización y con el pretexto de crear el “hombre nuevo” y la “sociedad nueva”, transformó a toda Camboya en un verdadero campo de la muerte.

Cómo todo dictador, sus discursos prometían un futuro radiante en la economía y sometieron a toda la población a un régimen represivo brutal. Relatos de la época asemejaban a Camboya a un infierno o a un cementerio. Miles de presos políticos, miles de asesinados y desaparecidos en nombre de la “revolución” y “el hombre nuevo” y millones de personas saliendo del país, huyendo del terror

Finalmente, Pol-Pot fue derrocado en 1979 y se comenzó la recuperación y reconstrucción del país con muertos, desaparecidos y desplazados, era un país destruido, por la ambición y locura de una ínfima minoría que le impuso durante cuatro tenebrosos años, a la inmensa mayoría del pueblo camboyano un modelo irracional y macabro. Este breve relato sobre lo ocurrido en Camboya es ilustrativo y esclarecedor para comprender un modelo sangriento, una “lógica”, un “sistema de valores”, que no solo permite, sino que estimula a cometer las más grandes atrocidades, lo más grandes atropellos, las más grotescas violaciones a los derechos humanos, en nombre de una “noble causa”, en nombre del “hombre nuevo”, en nombre de “la revolución”.

La historia está plagada de ejemplos como el de Camboya, solo que este fue tan atroz y tan grave, que vale la pena resaltarlo y recordarlo. No son cualquier dictadura, son peores, porque a través de mecanismos psicológicos, de racionalización y sublimación, de un buen aparato de propaganda y de adoctrinamiento, un feroz aparato represivo, se presentan como salvadores del pueblo, como sus redentores y los subyugan, lo someten, lo humillan, lo idiotizan, lo esclavizan y además lo empobrecen.

Los millones de venezolanos desplazados, son una expresión dramática de lo que está ocurriendo en nuestro país, no se trata solamente de hacer una evaluación de las cifras, sino sobre todo aproximarse de una manera menos estadística, menos fría de lo que eso significa. Familias desechas, fracturadas; venezolanos de todas las edades decidieron irse por no poder soportar más vivir bajo este gobierno, no son apátridas ni agentes de la CIA, son la expresión más contundente de la deshumanización del país, en nombre de una revolución que no existe, que es un engaño, que es una estafa a los venezolanos.

Los 2.500.000 de desplazados significan más del doble de familias con mucho dolor, con mucha tristeza, pero también con mucha rabia, con ira contenida que por supuesto se opone al actual gobierno teniendo sobradas razones para hacerlo. En Venezuela los gritos del silencio se expresan también cuando se muere un niño por desnutrición o por alguna enfermedad que era perfectamente curable como sarampión, paludismo y otras que han aparecido de nuevo en nuestro territorio.

Los gritos del silencio se sienten al ver las calles desoladas y en la mirada triste de los venezolanos. Los gritos del silencio se volverán ensordecedores en corto tiempo y se transformarán en la fuerza necesaria para el cambio, la transición y la reconstrucción

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