lunes, 5 de noviembre de 2018

El antro minero- - Zair Mundaray


Una tiranía criminal, se ha aliado con pranes, militares corruptos y traficantes, a cambio de explotar la maldición de piedras amarillas

Usted no tiene información suficiente y no conoce las bondades de la “Minería Sustentable”. Esa fue la respuesta que recibí del entonces Ministro de Minas Roberto Mirabal, una vez pude exponerle, acompañado de un equipo de prestigiosos expertos en materia ambiental, los graves prejuicios para el país que traería la aplicación del nefasto decreto de la “Zona de Desarrollo Económico Arco Minero del Orinoco”.

Conocer e interactuar con la actividad minera, con ocasión de haber Investigado varios crímenes ocurridos en esos sectores del país, me condujeron a imponerme una máxima de vida: “No adquiero ni consumo productos hechos con oro, ni metales o piedras preciosas de ninguna naturaleza”. La minería de estos materiales es tal vez la actividad económica más horrorosa, lesiva de la dignidad humana, corrupta y no sustentable que los seres humanos hemos podido crear.

En Venezuela, tras cada gramo de oro hay ciudadanos esclavizados, hay miles de enfermos, explotación infantil, prostitución, tráfico de drogas, armas, combustible, mercurio y alimentos. Hay además una depredación ambiental de inmensas proporciones, contaminación masiva de las aguas, sedimentación de los ríos, destrucción de la capa vegetal, muerte y migración de especies animales, desertificación de los suelos, sequía… nada nunca vuelve a ser igual.

Entre los años 26 y 29 antes de Cristo, bajo el reinado del Emperador Octavio Augusto, el Imperio Romano inició la explotación de oro en poblaciones al Norte de la Península Ibérica. Hoy las formaciones resultantes de la excavación y destrucción de la tierra, se conoce como “Las Médulas”, las cuales son por cierto patrimonio cultural de España. Han pasado más de dos mil años de esa explotación, y ni un árbol ha crecido desde entonces, es tierra infértil, seca, no hay ríos, sólo el polvo y las heridas indelebles en la tierra, nos recuerdan que la minería es destrucción irreversible.

He buscado respuestas a estas interrogantes, y hasta ahora ninguna satisfactoria que me explique: ¿Quién le puso valor al oro? ¿Por qué los seres humanos le rendimos culto a una piedra? Desde mi perspectiva, todo el oro del mundo no vale una vida humana, un indígena esclavizado y perdiendo su cosmovisión y cultura al ser utilizado como minero. Todo el oro de la tierra no vale un metro de río limpio y puro, ni una Guacamaya volando libre en la selva, ni un árbol frondoso, ni un salto de agua ruidoso, ni unos monos saltando y corriendo. La imbecilidad humana no tiene límites.

A cambio de extinguir todas las maravillas de la tierra, una Tiranía criminal, se ha aliado con los peores seres humanos conocidos: pranes, militares corruptos, traficantes, bandas delictivas, esclavistas, todo con el fin de destruirlo todo a cambio de explotar la maldición de piedras amarillas a las que algunos le rinden culto, como si valieran algo; son sólo piedras.

Los Bárbaros que se dedican a hacer de la otrora Tierra de Gracia un desierto, promovieron y dictaron un decreto (Antro Minero), que compromete a favor de la destrucción que implica la minería, 111.846,86 kilómetros cuadrados, esto es, 12,2% del territorio nacional (un territorio mayor al de Portugal), sin tomar en cuenta que en este espacio existen Áreas Bajo Régimen de Administración Especial (ABRAES). Algunas de ellas son:

1. Los monumentos naturales tepuyes de los suelos amazónicos (Área 1 del Arco Minero). Es importante destacar que el Decreto No. 276 de fecha 07 de junio de 1989, publicado en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela No. 4.106, Extraordinario del 09 de Junio de 1989, contentivo del Reglamento parcial de la Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio sobre Administración y Manejo de Parques Nacionales y Monumentos Naturales, prohíbe la explotación minera en esa área.

2. La reserva forestal El Caura (Área 2 del Arco Minero).

3. La reserva forestal La Paragua y parte baja del Caroní (Área 3 del Arco Minero) y,

4. La reserva forestal Imataca, o Cerro Imataca, con 5 millones de hectáreas (Área 4 del Arco Minero).

De acuerdo con los expertos, la zona sur del río Orinoco representa "el área de mayor diversidad del país", en la que habitan especies emblemáticas como el manatí, la tonina rosada, el caimán del Orinoco y la tortuga Arrau que ya se encuentran amenazadas; asimismo, la minería a cielo abierto y a gran escala está generando gran cantidad de sedimentos, deforestación y el uso masivo de agentes contaminantes; los pozos de agua contaminada y las áreas deforestadas generarán condiciones idóneas para transmisores de Malaria en una zona que ha sido declarada en condiciones de epidemia por los boletines epidemiológicos; a diario aumentan las enfermedades respiratorias, en la piel y riesgos de cáncer por el contacto con agentes tóxicos y contaminantes como el Cianuro y Mercurio que están siendo usados sin control.

La delincuencia reina en las zonas mineras, el Estado, deliberadamente no ejerce soberanía en ellas, y las autoridades se limitan a enriquecerse con el cobro de vacuna y tráfico de insumos para permitir la explotación indiscriminada. Las poblaciones cercanas a las zonas mineras carecen de todo lo necesario para una vida digna. El oro extraído de las entrañas de la tierra del Estado Bolívar, no ha dejado siquiera un hospital, una escuela, un acueducto, mucho menos una universidad que mejore la calidad de vida de sus habitantes. La maldición del oro, como yo le llamo, ha enriquecido a unos pocos, todos miembros de la cúpula que desgobierna por cierto, y ha destruido lo que es irreparable, la naturaleza y la cultura de nuestros pueblos indígenas.

Cada día que pasa el daño se acrecienta, los adoradores de piedras profundizan su modelo destructivo y con el mayor cinismo, se hacen llamar ecologistas, indigenistas, humanistas, cuando son la peor estirpe depredadora que ha pisado nuestro suelo.

A este ritmo, Canaima, los ríos Orinoco y Caroní, la Gran Sabana, los saltos de agua, la selva, los Pemones, los Yanomamis, los Waraos, toda la belleza que Dios nos legó en paisajes y gentes, será conocido por las futuras generaciones a través de libros, videos y fotografías. No hemos entendido que se trata de bienes jurídicos de carácter Universal, nadie puede disponer de ellos en función de la generación de una pseudo riqueza, son indisponibles, pues nadie puede apropiarse para si del oxígeno, del agua o de la vida misma.

El Paraíso devenido en antro, es tal vez el peor crimen del que pueda responsabilizarse a lo irresponsables que circunstancialmente y por desgracia detentan el poder. Esta situación debe generar una alarma mundial, todos somos víctimas de esta barbarie de este pranato, hay que visibilizar el tema y salvar lo que aun queda.

Pero ciertamente, como afirmó aquel oscuro personaje, “no tengo información suficiente sobre la minería sustentable”, simplemente porque tal concepto no existe.

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