El pasado domingo 10 de septiembre hubo un terremoto político. Los resultados de las elecciones primarias de la Mesa de la Unidad Democrática arrojan un nuevo mapa de la oposición venezolana y una reorientación de su estrategia y su táctica. Veamos cómo y porque:
La gente hizo el balance que la dirigencia le negó
La primera conclusión que salta a la vista es que el pueblo opositor hizo la evaluación que cierta dirigencia no tuvo la responsabilidad política de realizar. Tras cuatro meses diciéndole al país que la fuerza de “la calle” bastaba para detener la Asamblea Nacional Constituyente y para “salir del régimen”, tras 160 días afirmando que “aquí no hay nada que negociar”, tras 130 asesinados por la represión, miles de presos y centenares de urbanismos agredidos, el sector de la oposición que lideró “La Salida Parte 2” pretendió “pasar la página”, y sencillamente decir “ahora vienen las regionales, voten por mi”.
¿Abstención? ¡No! ¡Voto castigo!
Muchos temieron que esa conducta generara un repudio masivo que se expresara en una abstención generalizada en las primarias opositoras. Los números finales de la Comisión Nacional de Primarias revelan que no fue así: Con una participación total de 1.018.621 electores, las primarias de 2017 triplican en participación las del 2010, que tuvieron poco más de 300 mil participantes, y duplican las del 2015, que contaron con más de 500 mil electores. Lo que revela que en las primarias 2017 no hubo “abstención” sino voto castigo.
En efecto, los resultados demuestran que el elector democrático de base castigó al sector de la dirigencia que –a un costo político y humano altísimo- metió a la oposición a luchar en el único terreno en que el régimen aun tiene ventaja, el de la violencia. La idea de un pacto Primero Justicia-Voluntad Popular que en las elecciones primarias “arrasara” todo lo que no se pareciera a ellos no cuajó. En lugares donde si se pudo dar, como Bolívar, fracasó estrepitosamente. La “épica” se volvió bumerán…
Castigo al descuido…¡Y al que se “cuidó” demasiado!
Pero la base opositora también castigó a quienes, pudiendo hacerlo, no levantaron una propuesta alternativa dentro de la oposición. En algún momento fue posible suponer que el eje Henry Falcón-Manuel Rosales tenía fuerza suficiente para construir a su alrededor un bloque de fuerzas que sirviera de balance al eje Capriles-Guevara, y que promoviera así algunas rectificaciones, esencialmente en aquellos aspectos que elevaban al ciudadano el costo de la participación y disminuían al régimen el costo de la represión. Pero no lo hicieron. Ni siquiera lo intentaron. Se limitaron a “proteger” sus reductos regionales, con el resultado que hoy esta a la vista: La derrota de Eveling de Rosales en el Zulia mientras que en Lara, donde muchos asumían que Henry Falcón podía ganar en una proporción 80-20, resulta que la candidatura de Luis Florido superó cómodamente la barrera del 40% de respaldo. Y, por supuesto, ni Un Nuevo Tiempo ni Avanzada Progresista lograron ganar en ningún otro estado del país.
El “pueblo a pueblo” venció al Periscope
El ganador obvio de la jornada fue Acción Democrática, obteniendo 12 de las 23 nominaciones. Su líder Henry Ramos Allup, que fue “crucificado” en las redes sociales por ser el primero en decir que había que acudir a las elecciones regionales, al final fue reivindicado por los opositores que -además de Twitter- usan el voto. Su estrategia de “descaraqueñizar” la política fue acertada, como acertado fue el balance generacional logrado, pues junto a políticos experimentados como Bernabé Gutiérrez en Amazonas y José Montilla en Apure, AD venció con dirigentes de la generación intermedia como Barreto Sira en Anzoátegui y Eliecer Zirit en Falcón, al lado de liderazgos jóvenes como los de Laidy Gómez en Táchira, Alfredito Díaz en Nueva Esparta y Robert Alcalá en Sucre.
Nuevo mapa, ¿nueva esperanza?
En definitiva, el pueblo opositor castigó a “La Salida Parte 2” y a quienes dentro de la oposición no se atrevieron a enfrentarla con propuestas alternativas, y premió a quienes salieron al encuentro de la Venezuela profunda. Estamos en presencia, pues, de un nuevo mapa de la oposición venezolana. Las 12 victorias regionales de AD y los triunfos emblemáticos de Andrés Velásquez en Guayana e Ismael García en Aragua configuran, junto a otras realidades, la posibilidad de que un poderoso bloque socialdemócrata brinde a la Unidad un nuevo eje de gravedad que permita su reinstitucionalización y fortalecimiento, retomando la única estrategia que ha dado éxitos a los demócratas venezolanos, que es la estrategia electoral, constitucional y pacífica, y dando lugar privilegiado a la lucha contra la hambruna, contra la escasez de medicinas y contra la inseguridad atroz.
Amplitud demócratica vs sectarismo caudillista
Pero los triunfadores de hoy no pueden repetir los errores de anteriores hegemonías en la oposición, que por miopes fueron efímeras: Quien quiera ser “líder de la Unidad Nacional”, como “humildemente” se autodesignaba en sus notas de prensa algún gobernador opositor, no puede andar peleando con todo el mundo, sino tiene que incluir, concertar y respetar. En Voluntad Popular y en Primero Justicia, en Un Nuevo Tiempo y Avanzada Progresista, en La Causa R, en COPEI y en muchísimos otros ámbitos hay liderazgos que deben ser incorporados, oídos e incluso protegidos. Perfiles como los de Delsa Solórzano, Pizarro, Roberto Marrero, Requessens, José Leonardo Regnault, Escarano, Paparoni, Conrado Pérez, Daniel Antequera, Lumay Barreto, Julio Cesar Reyes, Fernando Andrade, entre muchos otros, forman parte de un capital político común, de un liderazgo que la sociedad democrática ha forjado a lo largo de 18 años de lucha.
El 10S puede ser para la esperanza democrática venezolana más importante de lo que nadie imaginó. Hoy algunos importantes partidos se encuentran más libres que ayer del morbo personalista, y por eso mismo pueden ser más útiles a la Unidad y al país. El peso que en la alianza opositora tienen ciertos caudillismos se ha relativizado. Todo esto puede ser muy importante para el fortalecimiento de una alianza política que, como la MUD, ciertamente esta llamada a ser poder en un contexto muy exigente y difícil, liderando una transición que debe ser pactada para que sea pacífica, y debe ser pacífica para que sea exitosa. ¡Palante!
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