lunes, 3 de julio de 2017

Un puzzle que complica todo - Antonio Ecarri Bolívar

Este gobierno y su composición interna de poder parece un verdadero puzzle.

Este es un juego de habilidad y paciencia que consiste en recomponer una figura o una imagen combinando de manera correcta piezas planas y de distintas formas en cada una de las cuales hay una parte de dicha figura o imagen. Así es este gobierno: un enredo inexpugnable y preocupante, por no saber quién puede ser el interlocutor de la oposición democrática para buscar una salida democrática a esta terrible crisis política, económica y social.

No es verdad que sea el presidente quien gobierna, cuando vemos que una cosa dice él y otra diferente Diosdado Cabello. Entonces, ¿será este quien gobierna? Tampoco eso está muy claro, pues en el alto mando militar hay quienes lo siguen obsecuentemente, mientras otros lo detestan. ¿Será entonces la llamada tripartita de Maduro, Cilia y Jorge Rodríguez, con alianzas tácticas con Diosdado, en algunos aspectos diferentes al militar? Tampoco se sabe, porque Francisco Ameliach es otro líder militar en liza, quien ha renunciado a una gobernación, tan importante como la de Carabobo, para optar a la constituyente y dilucidar allí quién gobierna de veras.

Tradicionalmente, cuando aquí se hacía política con P mayúscula, se tenía como una indecencia inmiscuirse en los problemas internos de otras organizaciones, diferentes de aquella en la que uno militaba, pero hoy día el PSUV, desde el gobierno, ha dado muestras de la actitud más entrometida de que se tenga memoria en los anales de la historia política contemporánea, incluyendo el delito continuado de las escuchas telefónicas y todo tipo de intromisiones ilegales. Es por ello que no nos queda otra opción que la de inmiscuirnos en los vericuetos de las diversas posiciones de nuestros gobernantes, para ver cómo y con quién puede haber algún tipo de tratativa y salir de esta crisis que se ha convertido en la peor pesadilla que nos podíamos imaginar.

En Acción Democrática hemos dicho que no tenemos inconveniente, “cuando se trate de impedir una guerra civil en Venezuela, de sentarnos a hablar con el mismísimo Lucifer en la quinta paila del infierno” (Henry Ramos dixit). Y todo porque a este gobierno, fragmentado y cuestionado, no se le ocurrió una idea más absurda para tratar de unificarse que lanzarle un bidón de gasolina al fuego encendido de la protesta popular con esa malhadada propuesta de una asamblea constituyente, anticonstitucional y corporativa, sin consultarle al pueblo.

El problema es que la protesta, al ser social y no solo política, se está saliendo de las manos del gobierno y de la oposición democrática. Y ello no es para alegrar a nadie, porque la anarquía se sabe cómo comienza y no cómo termina. Aunque la primera responsabilidad de su auge la tiene un gobierno que no resuelve ninguno de los problemas económicos de la sociedad y sale con la boutade constituyente para exacerbar la profunda indignación del pueblo que ya la tenía in pectore, con los causantes de su miseria.

Ahora bien, la pregunta que surge como colofón a todo lo antes dicho es la siguiente: ¿quién le pone orden a este puzzle oficial que permita enseriar el debate por la búsqueda de una salida honorable para todos? Sigo creyendo que esta crisis es de tal magnitud y este gobierno, paralelamente a ella, ha entregado de tal manera su soberanía que no hay manera de salir de esto sin la participación internacional. Sobre todo de dos países, como Estados Unidos de América y Cuba, quienes tienen un conflicto que salpica toda la geopolítica continental, especialmente a Colombia y Venezuela.

Ya lo dijo un hombre de insospechable filiación comunista como Gustavo Cisneros Rendiles: “La solución a la crisis venezolana hay que encontrarla en baile a tres, con Cuba y Colombia también en la pista como bailarines y música de Estados Unidos”. Cito a Cisneros por dos razones: porque confirma lo que he venido sosteniendo hace mucho tiempo y para que no se me acuse de blandengue o “comeflor” con los comunistas.

Los colombianos, que constituyen una de las sociedades más conservadoras del continente, lo entendieron a tiempo y se llevaron sus conversaciones de paz para La Habana, donde residen los verdaderos jefes de las FARC. Aquí deberíamos hacer algo similar, para que pongamos orden a este puzzle gobernante que impide que algo se resuelva aquí y ahora. Hay que hacerlo, porque mañana puede ser demasiado tarde.

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