sábado, 22 de julio de 2017

Invisibles para el Gobierno: la realidad de familias que sobreviven en la calle




Pierangela Morillo - El Cooperante

Caracas, 21 de julio.- La crisis económica que atraviesa Venezuela ha avivado un serie de problemáticas que, desde el año 2014, han afectado con mayor ahínco a los diversos sectores de la sociedad.

Sin embargo, en el lapso de un año, las consecuencias de una política económica rentista se han visto reflejadas notoriamente, no solo en los índices inflacionarios, los cuales cifran como los más altos del mundo, sino en la condiciones de vida de los venezolanos.

De acuerdo con el último informe emitido por la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi), 82% de los hogares vive en la pobreza, y de este, 52% de las familias se ubica en pobreza extrema. Esto ha afectado principalmente a tres sectores de la población: mujeres embarazadas, adultos de la tercera edad y niños, quienes padecen los estragos de la crisis con altos índices de desnutrición.

No obstante, es este último grupo, el de los infantes, el más mediático, puesto que la presencia de niños hurgando en las bolsas de basura en las vías públicas, o conformando bandas para delinquir, se ha proliferado alarmantemente en el primer semestre de 2017.

Imágenes que reflejan la desnutrición de los menores han dado la vuelta al mundo entero y, a pesar de que esta situación es ignorada por el Ejecutivo nacional, es la realidad de millones de niños que hacen vida en las calles de todo el país, quienes, en busca de su subsistencia, abandonan sus hogares, solos o en compañía de sus padres.

En un recorrido por la zona este de la ciudad de Caracas, el equipo de El Cooperante pudo constatar esta situación en la que al menos tres familias accedieron a contar su parte de la historia.

“Si va a seguir mandando, que ayude a los pobres”

Para Yoslay Brito, la vida no ha sido fácil. Es una madre soltera de 21 años, que no cuenta con una profesión y que debido a los constantes aumentos salariales decretados por el presidente Nicolás Maduro, quedó desempleada el pasado mes de noviembre.


La joven, con un aspecto demacrado que denota que ha pasado por momentos difíciles, está a cargo de sus dos hijos, de 2 y 4 años de edad, a quienes, para alimentarlos, recurre a la bondad de los vecinos de Santa Fe.

Días tras día, como si se tratara de una jornada laboral, Yoslay se traslada desde Cúa, zona donde reside en, lo que ella misma denominó, un ranchito, hasta el mencionado urbanismo, en el que los lugareños les ofrecen alimentos para ella, sus dos pequeños y sus sobrinas, a quienes también lleva consigo.

Me la paso aquí en Santa Fe porque no tenemos para comer, no trabajo, no tengo esposo, vivo sola, no tengo ayuda de nadie, y vengo para acá porque la gente de aquí me apoya, me traen comida para mí, para mis hijos y mis sobrinas”, narró Yosley, mientras se encontraba con sus cuatro acompañantes, todos menores de edad, en una acera de la urbanización, donde los carros se detenían cada tanto para contribuirle con algún refrigerio, aunque, según contó, no todos son amables y hay quienes le dicen que vaya a pedir a Miraflores.

A Yosley no le agrada la situación, pero tampoco reacciona ante quienes la insultan, sin embargo, aprovechó para enviarle un mensaje al mandatario venezolano.

“El Gobierno nunca me ha ayudado”

Para Valeria, la situación no es muy distinta. La joven, de 24 años de edad y madre de dos pequeños, acude a la bondad de quienes transitan en Colinas de Bello Monte. La pobreza extrema en que, relató, convive con sus hijos y su esposo, la obligó a solicitar alimentos a los más pudientes.

Con un dialecto decente y sin rastros de ignorancia académica, explicó porqué se dirige a diario hasta la zona. Una vez en el sitio, se sienta con sus pequeños, y un tercero, a quien identificó como su hermanastro, a esperar que los residentes la acudan con una porción de comida para alimentarlos a todos y también a ella.


Valeria, quien destacó que no cuenta con ninguna ayuda del gobierno, contó que vive en un rancho, de condiciones tan precarias que, al detallarlo, rompió en llanto. “Mis hijos duermen encima de unos cauchos a los que les pongo una colchoneta. Imagínense eso”, expresó entre lágrimas al equipo de esta redacción, a la vez que lamentó que algunos vecinos de la zona la llamen floja, sin vergüenza, le griten improperios e incluso amenazas.

Hay que salir de esta situación, yo no soy ni de un bando (político) ni de otro, pero le pido al Presidente que haga algo. Estamos pasando hambre. Yo no estoy aquí porque quiero, a veces me da pena, pero peor es pensar quedarme en mi casa y que cuando los niños me pidan comida yo no tenga qué darles”.

A pesar de la pobreza en que creció, la joven veinteañera, quien trabajaba como empleada de mantenimiento, dijo que nunca había pasado por tal situación, y que es primera vez que se va a las calles para pedir comida. “Yo prefiero hacer esto, porque no es una opción salir a robar o hacer algo malo que después resulte peor para mi familia”.

“Mi esposo trabaja, pero eso no alcanza para nueve bocas”

Sentada en un banquillo de la plaza Alfredo Sadel, en Las Mercedes, se encontraba otra mujer en condición de calle con siete pequeños bajo su ala, y otros tantos más que no eran de su sangre. La entrevistada, que prefirió mantenerse en el anonimato, porque asegura, le puede caer la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (Lopna), pasa sus días en las adyacencias del lugar, donde, a veces, vende caramelos y flores.

Con tan solo 30 años, y una hija ya en la edad de la adolescencia, sonrió con algo de vergüenza al especificar que tenía 16 años cuando se convirtió en madre primeriza.

Relató que toda su vida ha acudido a la zona. “Cuando me pega la crisis, yo siempre me vengo para acá, porque la gente me ayuda. Algunos son malos, me insultan, me critican, me mandan a trabajar y me echan a la Lopna, pero otros son buenos, y me dan comida”, dijo, a la vez que confesó que, desde hace un tiempo, está en una situación económica inestable.

Yo me siento competente para trabajar, pero cómo hago si yo tengo mi poco e’ muchachos pequeños. Yo no puedo dejarlos por ahí, y si pago, todo el sueldo se me va a ir el en cuidado de los niños”, acotó. En este sentido, aseguró que su pareja trabaja, sin embargo, no es suficiente para alimentar a toda la familia, por lo que prefiere salir a las calles a trabajar, aunque, no siempre, resulta del todo bien.

El que tiene plata va para un restaurante a comer. Los del gobierno tienen su comida segura, se sientan a comer, ven sus bufets, y uno es el que se está jodiendo, los pobres”, enfatizó la entrevistada, en la misma línea que señaló que parte de la solución sería “que se vaya el Presidente que está montado” o que congelaran los precios, porque “suben el sueldo tres veces y suben los precios seis”.

Sobrevivientes

Historias diferentes, pero que coinciden en un mismo punto: el deseo de mantenerse con vida, a pesar de las duras condiciones que se le presenten en el camino. Esta, es solo una pequeña muestra de los cientos de miles de venezolanos que, día tras día, recurren a la calles para alimentar a su familia, ya sea, hurgando en bolsas de basura o por la sensibilidad de quienes poseen mejores condiciones económicas.

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