Así hemos sido. Así somos. Venezolanos. Gente alegre, entusiasta y echá pa'lante.
Por otro lado, y generalmente, esperando que otro resuelva nuestros asuntos de índole macroeconómico, político y social. A veces, llevamos tal forma de accionar a nuestro plano personal individual y familiar.
Al ver que el que parecía que nos resolvería la vida ya no es, entonces nos ensimismados, sufrimos y comenzamos a cambiar nuestro enfoque, incluso afinamos el arte de conseguir culpables.
Todo ello con la esperanza de que haya tiempos mejores y la fe de que en algún momento ha de aparecer o emerger otro, entre tanto ser vivo que pulula por estos caminos de Dios.
En ese interín, abrimos el espacio para la tristeza y emociones similares, inclusive la rabia contenida que nos puede llevar a aislarnos del resto del mundo. Por ello, apenas vemos que el “Mesías” se está poniendo algo blandengue, brota desde nuestro inconsciente una frase similar a la siguiente:
¿Hay alguien más ahí?
Las circunstancias actuales nos están sacudiendo de maneras para las cuales no habíamos tenido visión ni capacitación. No obstante, esas mismas circunstancias, sin darnos cuenta, nos han estado fortaleciendo y tallando como personas y profesionales. Nos ha llevado a descubrir talentos ocultos que yacen bajo la piel y de no ser por estas vivencias, esos talentos se quedarían cautivos en nuestro cuerpo.
Rara vez conversamos con Dios. Decimos hablar con él, pero solo le pedimos. Decimos ser sus hijos, pero le reclamamos “por qué no a mí” para la dicha o “por qué a mí” con las desgracias.
Decimos ser "merecedores" de su magnanimidad, pero actuamos desde el egoísmo cuando pienso, digo y actúo resguardando mi pan, porque entiéndase muy bien “mi pan es solo mío”, incluso ante el hambriento… a menos que, como gesto noble, sea registrado en imágenes que posteriormente vayan a ser publicadas para que salga a la luz mi “calidad humana”.
Nuestro vivir ocurre en nuestro presente y es en este presente donde saber, poder y más allá del querer, está el deber hacer, el deber accionar, uniendo esfuerzos en pro de esa Venezuela bonita y amplia, tan amplia que haya espacio para todos.
¿Qué tal si desarrollamos espacios para generar historias de y para la convivencia? En los animales, el cachorro que fue lamido al nacer, crece más sano y vital, no ocurriendo así con el que no lo fue. Por igual, el ser humano acariciado y amamantado.
¿Qué tal si vamos, una y otra vez, más allá del borde de nuestra zona de confort y nos aproximamos auténticamente al otro para fortalecer los vínculos entre todos?
¿Qué tal si en lugar de seguir buscando “Mesías” nos embraguetamos y dejamos el protagonismo de redes sociales y nos convertimos en protagonistas de carne y hueso?
¿Qué tal si en lugar de preguntar “¿Hay alguien más ahí?”, decimos “¡Acá estoy para que seamos más!”?
*Publicado en "Gente que construye" Nº 3, del Col. de Ing. de Vzla, CIV)
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