El Dr. Carlos Canache Mata hablando con David Morales Bello, dos demócratas consumados, en la Cámara de Diputados del Congreso de la República de Venezuela, 1980. |
Hay dos claves interpretativas para calificar como fraudulento un evento electoral.
Existe el fraude electoral burdo y directo que cambia las cifras de los sufragios recibidos por los participantes de la contienda, y convierte al perdedor en ganador. Fue lo que pasó en las elecciones del 30 de noviembre de 1952, cuando el CSE, el máximo organismo electoral de entonces, sumiso a otra dictadura, la de Pérez Jiménez, volteó los votos y asignó la victoria al perdedor Frente Electoral Independiente (FEI), el partido gubernamental. Avanzada la noche, se informó al país el milagro de la alquimia electoral que convirtió una derrota en triunfo.
Pero el fraude electoral puede tener otra cara, sin la cicatriz de un acta de escrutinio adulterada. En vez del brutal manotazo, este otro tipo de fraude electoral se caracteriza porque a lo largo del proceso se van rebanando, por varios procedimientos y vías al margen de la ley, los votos de uno de los competidores.
Exactamente eso fue lo que ocurrió en las elecciones del 15 de octubre (“fraude sistémico”, lo llamó el secretario general de AD, Henry Ramos Allup). No se alteraron las actas de escrutinio, sino que éstas reflejaron los abusos y arbitrariedades que en flagrante violación de las normas cometió el CNE al propiciar, para citar solo dos ejemplos, a) la reubicación de centros de votación a zonas lejanas y de difícil acceso 48 horas antes y el mismo día de la elección; b) y el impedimento de la sustitución en la boleta electoral de los candidatos de la oposición que se habían retirado para apoyar a los candidatos ganadores en las primarias internas de la MUD.
Con solo esos dos felones atropellos se les rebanaron, por no decir se le robaron, centenares de miles de votos a los candidatos de la oposición postulados para las gobernaciones regionales.
Creo no equivocarme al presumir que el 15 de octubre la dictadura de Nicolás Maduro lanzó un boomerang que va a girar y volverá contra ella, como ya se constata con la reacción de la opinión nacional e internacional.
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