El chavismo, con Chávez en vida, se convirtió durante muchos años en la primera fuerza política respaldada por las mayorías del pueblo venezolano.
Contó el régimen, para lograr este respaldo, con un discurso extremo, populista e irresponsable que superó al máximo las tendencias populistas conocidas en tiempos contemporáneos. Contó también con la bonanza más prolongada de ingresos gracias a los más altos precios del petróleo que se conozcan. También contó el chavismo de Chávez con un creciente giro hacia la ultraizquierda de la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos y caribeños, con los cuales forjó una relación igualmente económico-clientelar a través de Petrocaribe.
De la misma manera desenfrenada, el régimen chavista se empleó a fondo, con eficacia incomparable, para destruir la producción tanto del sector empresarial como de la administración pública. Se dedicaron a desmantelar el andamiaje de las instituciones y de los poderes públicos, junto a sembrar rencillas y resentimientos entre los venezolanos. En democracia y antes de Chávez, nunca antes como pueblo tuvimos esos resentimientos, divisiones o conductas clasistas que hoy proliferan.
Al final de una terrible y larga jornada de gobernar ininterrumpidamente, el chavismo y su modelo tienen unas dolorosas “malas cuentas” que presentar a los venezolanos y al mundo: la miseria más cruel, en el país con más riquezas y con mayores ingresos recibidos en la última década. La pérdida de calidad de vida más atroz que conozcamos como sociedad en salud, seguridad, alimentación, educación e infraestructura, se ha gestionado e implantado en el gobierno del chavismo conducido por Chávez, Maduro, Diosdado y Cilia.
Como si todo esto fuera poco, han secuestrado el correcto funcionamiento de la democracia, acabando con la separación de los poderes, con la libertad de expresión, con el derecho ciudadano a ser libre, a disentir y a protestar. Han acabado con el derecho a realizar elecciones imparciales, para dirimir quién y quiénes nos deben gobernar. Nos han regresado a tiempos superados de represión, tortura, cárcel, crueldad y crímenes políticos sin castigo. Perdimos la noción del existencial derecho a la justicia.
Se jactan de grandes y eficaces aparatos de “inteligencia”. Sin embargo no se han enterado aún del gran “secreto”: el país no los quiere más en el poder; permitan una salida en democracia que nos ayude a recuperar la senda perdida.
Caracas, 29 de abril 2017
(Texto originalmente publicado en Últimas Noticias)
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