La expresión, “Sancho: con la Iglesia hemos topado” supuestamente cervantina, que utilizan a diestra y siniestra todos aquellos que imaginan enfrentamientos entre nuestro “libro mayor”, El Quijote, con la Iglesia Católica para utilizarla en desmedro de ésta, es inexistente. En ninguna parte de la obra aparece una expresión que pueda endilgársele esa connotación de lucha contra los designios terrenales de la Iglesia Católica y su contradicción, supuesta, con las certezas humanas. Veamos.
Don Guillermo Fatás, miembro de la Real Academia de la Historia de España, lo explica en detalle: “Con la Iglesia hemos topado se aduce para poner en boca del Quijote una crítica al poder infranqueable de la institución eclesiástica católica, que eso significa Iglesia si se escribe con mayúscula. La gracia está, claro, en poner la mayúscula. Y se acrecienta la imprecación al escoger el verbo topar, tan contundente. La cosa es adjudicar al Caballero de la Triste Figura una expresión mezcla de aviso, lamento e impotencia: Don Quijote se da un topetazo con la Iglesia, golpe es de dificultosa superación con un poder fáctico, pero no fue así”.
Claro que así no fue, pues así lo cuenta Cervantes desmintiendo el topetazo: “Media noche era por filo cuando don Quijote y Sancho entraron en el Toboso. (…). Era la noche entreclara (…). Guió don Quijote, y, habiendo andado como docientos [sic] pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era el alcázar [de Dulcinea], sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo: Con la iglesia hemos dado, Sancho”. O sea, agrega Fatás, “que don Quijote acababa de encontrar el templo parroquial y contaba con orientarse a partir de él. Y esto es lo que hay, sin metafísicas”.
El caso de Maduro y su gobierno es diferente: estos sí se toparon con la Iglesia por sus impertinencias y ese empeño, digno de mejor causa, de tratar de encontrar diferencias en todos los que se les oponen, como añagaza para meter de contrabando la intriga malsana de la división del contrario. Con la Iglesia no lo lograrán. Su milenaria sabiduría derrotará esa pretensión. Es que Maduro, Jaua y su gobierno pretenden encontrar diferencias entre la Iglesia Católica venezolana, el Estado Vaticano y hasta con el mismísimo Papa Francisco, Pontífice máximo de la cristiandad. Habrase visto tamaño atrevimiento.
Claro que la Iglesia tenía que darle un mentís categórico a esas supuestas diferencias y lo hizo de manera impecable en el documento que la Conferencia Episcopal de Venezuela le presentó al gobierno, como respuesta a su pretendida convocatoria a una Constituyente corporativa que ahonda las diferencias entre nuestros compatriotas, pero que amalgama férreamente a la Iglesia universal.
En efecto, la CEV dijo entre otras cosas: (…) “Reiteramos nuestra adhesión, comunión y obediencia al Santo Padre Francisco. Agradecemos de corazón su constante acompañamiento: muestra de su preocupación por esta Patria donde se le quiere y respeta. Nos alienta su mensaje del pasado 5 de mayo, en el cual nos asegura que está “siguiendo con preocupación la situación del querido pueblo venezolano ante los graves problemas que le aquejan” y, que, a la vez siente “un profundo dolor por los enfrentamientos y violencia de estos días, que han causado numerosos muertos y heridos, y no ayudan a solucionar los problemas, sino que únicamente provocan más sufrimiento y dolor”. Lamentamos la tergiversación y manipulación que diversos actores han hecho de sus palabras”.
Monseñor Diego Padrón, paisano carabobeño y amigo de siempre, leyó el comunicado que rechaza la convocatoria a una Constituyente, donde añade: (…) “Luego de las desacertadas decisiones del TSJ en las que se evidenció un desconocimiento del orden constitucional, la más reciente propuesta del Gobierno Nacional, de convocar una ASAMBLEA CONSTITUYENTE de carácter comunal, ha causado malestar y rechazo en la inmensa mayoría de los venezolanos. Luego de escuchar a muchos miembros del pueblo, también consideramos que la convocatoria a dicha Constituyente “es innecesaria y resulta peligrosa para la democracia venezolana, para el desarrollo humano e integral y para la paz social”.
Hemos visto, entonces, que Maduro y su gobierno sí topó con la Iglesia, por querer intrigar frente a ella. La CEV debe preservar su capacidad de intermediación con coraje, pero sin el chantaje permanente de un gobierno que quiere dividirla. Sin la milenaria sabiduría de la Iglesia, mucho menos en su contra, la ilusoria Constituyente corporativa de Maduro y Jaua no la van a poder convocar… ni en la ínsula sanchopancesca de Barataria. Ya verán.
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