La Asamblea Nacional contra la fatalidad por Antonio Ecarri Bolívar – El Nacional – 1 de Julio 2016
Eso de andar pregonando “tuvimos razón”, cuando dijimos tal o cual cosa, huele a petulancia que no acostumbro a exhibir, pero vale la pena recordar en este momento, cuando nos encontramos a mitad de período de la gestión de Henry Ramos como presidente de la Asamblea Nacional, lo que afirmamos en la oportunidad de pronunciarnos, públicamente, por su candidatura a presidir el Parlamento nacional.
Dijimos: “Cualquiera de los diputados electos puede presidir la próxima Asamblea Nacional, a casi todos los conocemos de vista, trato y comunicación. De verdad todos son muy competentes, pero ninguno negaría que el más experimentado de ellos y quien ya tiene un bien ganado puesto en la historia parlamentaria nacional es Henry Ramos Allup. Henry tiene, me consta, el mejor equipamiento cultural e ideológico para debatir hasta de marxismo con quienes dicen ser seguidores del barbudo alemán y no han leído ni el prólogo, qué digo el prólogo, ni la solapa de El capital de Karl Marx”.
El tiempo nos ha dado la razón, porque a pesar de todas las trabas insólitas e inimaginables que este gobierno le ha prodigado a la Asamblea Nacional y al desempeño de su presidente, lejos de frenarlos, los han catapultado –al organismo y a su titular– a los más altos estándares de popularidad sin precedentes en la actividad parlamentaria venezolana.
Estamos a mitad del tiempo de duración de la gestión de Henry, coadyuvada por Enrique Márquez y José Simón Calzadilla, por lo que se debe hacer un balance de esta denodada lucha contra un Poder Ejecutivo desesperado que en su locura ha convertido a los demás poderes constituidos en simples gestores subordinados a sus órdenes para sabotear la gestión legislativa. Veamos.
En los primeros 100 días se aprobaron 6 leyes, 3 leyes más que las aprobadas durante todo el año 2015, a saber: se aprobó la Reforma de la Ley de Banco Central de Venezuela; fue aprobada la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional; la Ley de Bono de Alimentación y Medicinas para Pensionados y Jubilados; también la Ley de Títulos de Propiedad para Beneficiarios de la Gran Misión Vivienda Venezuela; la Ley para atender la crisis humanitaria en Salud y La Ley de Reforma Parcial de La Ley Orgánica del TSJ; y las Comisiones Permanentes del Parlamento trabajan en otros 8 proyectos de leyes.
También vale la pena destacar dos hechos sin precedentes: el primero es que se ha producido una apertura de la Asamblea Nacional a todos los medios de comunicación, públicos y privados; el segundo, el hermosísimo gesto, impulsado por Diana D’Agostino, de realizar visitas guiadas a escolares, los fines de semana, para que conozcan la sede del más importante de los poderes públicos del Estado venezolano y las obras de arte que allí se exhiben.
Todas las actividades de esta mitad del período cierran con broche de oro al lograr la Asamblea, con sus gestiones internacionales, la activación de la Carta Democrática por parte de la OEA, lo que ha evidenciado un cambio en la geopolítica del continente a favor de la preservación de la democracia en Venezuela. Allí ha contado, el presidente Ramos, con la valiosísima colaboración de los diputados Luis Florido y William Dávila desde la Comisión de Política Exterior.
Ahora, veamos su correlato en las actividades del régimen contra la Asamblea: mientras el Poder Legislativo realiza toda esta encomiable labor, desde el TSJ se ha desconocido la voluntad popular impidiendo la representación del estado Amazonas, al suspender el ejercicio de sus diputados; ha declarado la inconstitucionalidad, entre otras leyes: de la reforma de la Ley del BCV y la Ley de Amnistía para reconciliar a los venezolanos. Ha reducido las competencias de la Asamblea Nacional para legislar sobre otros poderes públicos: TSJ y CNE. También delimitó la capacidad de la Asamblea para ejercer control político sobre la gestión ministerial.
Esta deleznable actividad judicial, al servicio obsecuente del poder, no es nueva sino una vieja fatalidad de todos los regímenes autocráticos que hemos padecido en nuestra larga historia republicana. Como respuesta a esa cáfila de agravios, tenemos la decisión de producir un cambio de gobierno de manera constitucional, pacífica y electoral para transformar esta nueva e increíble fatalidad aparecida, inopinadamente, en pleno siglo XXI. Ese camino, hacia el cambio, lo traza la Asamblea Nacional presidida por Henry Ramos.
Unámonos pues, en torno suyo para que pronto podamos colocar, parodiando a Uslar, en algún rincón del Palacio de Miraflores una inscripción parecida a esta: “Aquí yace muerta, para siempre, la fatalidad venezolana”.
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