domingo, 17 de julio de 2016

Efraín Rincón Marroquín: Hambre en tiempos de revolución


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El hambre es la cara más dolorosa de la pobreza, y ésta la consecuencia inevitable de una economía ideologizada y controlada que niega la iniciativa privada y el emprendimiento personal. Las economías que fomentan la pobreza, normalmente están dirigidas por gobiernos comunistas que satanizan el libre mercado e irrespetan la propiedad privada, a fin de crear un modelo estatista que les permita obtener el control absoluto de la economía, la sociedad y, lo más apetecido para ellos, el poder político eternizado en el tiempo.

La revolución chavista-madurista es especialista en producir pobreza y hambre. Todo cuanto tocan lo destruyen para desgracia de Venezuela, pero las cuentas bancarias y propiedades de sus conspicuos dirigentes se incrementan en la misma velocidad que crece la miseria de los venezolanos.

La percepción de pobreza es inocultable y se está convirtiendo en una carga muy pesada para las familias venezolanas, especialmente, para los estratos más vulnerables y la maltratada clase media. Ciertamente en esta crisis, nunca antes vivida por los venezolanos, nadie saldrá ileso; unos en mayor proporción que otros, pero a todos nos está afectando inmisericordemente.

En la última encuesta nacional, urbana-rural, de Consultores 21, correspondiente al pasado mes de junio, sólo el 11.6% de los entrevistados admite que Venezuela está “progresando”, lo que significa que 9 de cada 10 venezolanos piensan que el país está estancado y en decadencia. Este es uno de los principales legados del comandante, ardorosamente defendido por el régimen madurista. En esta misma dirección, el 82% de la totalidad de la muestra percibe negativamente la situación actual del país; el 84% cree que la situación del país es peor ahora que hace un año atrás; y, el 69% piensa que la situación del país va a empeorar en los próximos seis meses.

Todos los indicadores están en rojo, como el color del régimen. La situación es más dramática cuando se aprecia una pérdida mayoritaria de la esperanza en que las cosas van a mejorar en el corto plazo, ganando terreno sentimientos como la desesperación, la angustia, la rabia y la desilusión, enemigos letales del optimismo y la fortaleza tan necesarios en momentos de incertidumbre y, al propio tiempo, aliados de la conflictividad social que puede desembocar en un estado de violencia de pronóstico reservado. El 53.4% de los venezolanos –lo cual representa más de 16 millones- está comiendo menos de tres veces al día, pero lo más dramático es que, para el primer trimestre del 2015, los venezolanos que declaraban comer menos de tres veces al día era el 17.1%, esto es 5.130.000, es decir, que en apenas 18 meses los venezolanos que dejaron de hacer tres comidas diarias son más de 11.000.000, cifras desgarradoras que africanizan nuestra cotidianidad.

Al escudriñar qué están comiendo los venezolanos, se comprueba lo que ya sospechábamos. En el desayuno, la principal comida es la arepa (44.4%), el queso (26.3%) y el pan (17.3%). El almuerzo típico está acompañado por arroz (42.3%), pasta (24.6%) y, en menor proporción, carne (17.5%) y pollo (15.3%); la cena normal consiste en arepa (38.6%), queso (26.5%) y pan (18.9%), bastante parecida al desayuno. En definitiva, la ingesta alimenticia del venezolano en tiempos de revolución, está compuesta básicamente por carbohidratos, con carencia casi absoluta de proteínas, legumbres y frutas. Estos alimentos son actualmente manjares que millones de venezolanos no pueden darse el lujo de consumir porque no tienen dinero para comprarlos, o porque escasean en los anaqueles de supermercados y abastos.

Estamos en presencia de una nueva generación de venezolanos que bien podríamos denominar “la generación Maduro”, caracterizada por profundas carencias materiales entre las que destacan la desnutrición y mortalidad infantiles, deserción y bajo rendimiento escolar, alta tasa de criminalidad, informalidad y desempleo, aunado a altos niveles de frustración y desesperación que, sin duda alguna, atentan contra el porvenir de los venezolanos.

A ello debemos agregarle las funestas consecuencias que produce una sociedad donde los antivalores son los que marcan la pauta de la convivencia social y la institucionalidad democrática. Los niños y adolescentes que sufren los estragos del hambre y la pobreza extrema serán, en gran parte, los hombres y mujeres en los que se apoye el futuro de Venezuela. Urge, entonces, que hagamos todos los esfuerzos para detener la pobreza que nos hunde en el fango de la miseria, la ignorancia y el atraso. Es necesario sanar y fortalecer los pilares de la sociedad venezolana para superar las dificultades y vicisitudes que aún nos falta por transitar y salir airosos de esta dura prueba que estamos viviendo.

Los millones de venezolanos de buena voluntad debemos luchar incansablemente por rescatar una generación que va camino a la perdición, para transformarla en una generación de jóvenes bien alimentados, sanos, con capacidades suficientes para el estudio de calidad y el trabajo productivo, con valores familiares, éticos y religiosos; una generación protagonista de una verdadera cultura democrática, fortalecida con una ciudadanía activa, responsable y comprometida con todo lo bueno que nos merecemos como nación libre y soberana.

Venezuela nos agradecerá por siempre, lo que hagamos hoy para desterrar los vicios y corruptelas que nos han llevado a esta brutal pobreza. Nos agradecerá continuar la lucha hasta vencer, contra los miserables que deliberadamente produjeron esta situación de postración que corroe cada fibra del alma nacional, convirtiéndonos en una sociedad donde el hambre es el pan de cada día de millones de familias que desgraciadamente están engrosando los cinturones de pobreza.

El cambio es el camino para derrotar la pobreza que esta revolución inepta y corrupta pretende sembrar en este país. No desfallezcamos ni un solo segundo en la lucha para alcanzar la verdadera independencia de Venezuela.

 Profesor Titular de LUZ: @EfrainRincon17

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