Aquél acto multitudinario de la mañana del 17 de diciembre era, si se quiere, (y así lo sentí entonces), un desagravio al padre de la patria...
RICARDO GIL OTAIZA
22/12/2019 05:00 am
Tuve la grata oportunidad de ser invitado a los actos de la reapertura de la Sala Estadal y Hemeroteca de la Biblioteca Pública Central Simón Bolívar, ubicada en pleno centro de la ciudad de Mérida, y que a partir de este 17 de diciembre (fecha del evento) tomó como epónimo el de “Dr. Rigoberto Henríquez Vera”, en homenaje al ilustre merideño (Tovar, Estado Mérida) quien fue parlamentario, diplomático, gobernador, luchador político, hombre de letras y académico.
El acto de reapertura fue presidido por el gobernador de Mérida, abogado Ramón Guevara, quien gentilmente me invitó, en mi carácter de presidente de la Academia de Mérida, a desanudar la cinta que daba entrada al hermoso e iluminado recinto, en el que se alberga a partir de ahora, y gracias a la gestiones apoyadas desde el gobierno regional, una gigantesca colección de documentos que fueron rescatados de la inquina del paso del tiempo, y que de ahora en adelante estarán a la disposición de los estudiosos, investigadores, intelectuales, académicos, escolares, y público en general.
Cuando presuroso busco el vocablo “hemeroteca” en el Diccionario de la Lengua Española, hallo lo siguiente: “Biblioteca en que principalmente se guardan y sirven al público diarios y otras publicaciones periódicas”. Si bien es claro lo que allí se expresa, no conjuga en su más amplia connotación todo lo que esto significa para un colectivo (pueblo, ciudad, país, etcétera): el resguardo de la memoria histórica, de allí su importancia, así como la relevancia del acto al que he hecho referencia. Rescatar y poner a la disposición de un público las fuentes en las que se hace referencia a los hechos del devenir: triviales o importantes, destacados o en letra pequeña, es de vital importancia para la comprensión del ahora y nos permite avanzar como colectivo en la conquista de nuestros más preciados sueños.
El acto de reapertura, como ya hice referencia, se realizó el 17 de diciembre, día en el que se conmemoraron los 189 años de la muerte del Libertador Simón Bolívar en Santa Marta Colombia. No fue coincidencia, ya que en el discurso del orador, licenciado Ramón Sosa Pérez, a la sazón director ejecutivo de la Academia de Mérida, se destaca con detenimiento este hecho histórico. Mientras el amigo Sosa leía su buen discurso (la última proclama la recitó de memoria) no podía dejar de asociar ideas antagónicas y a la vez complementarias: vida-muerte-vida. Aquella mañana celebrábamos el renacimiento de la magnífica hemeroteca estadal que dará vida a proyectos, tesis, libros, monografía e investigaciones de todo calibre (es decir cultura, progreso y libertad), aunque en el contexto luctuoso de la partida de un Bolívar desengañado de este mundo, conocedor de las traiciones, presuroso por bajar al sepulcro si con ello contribuía al cese de los partidos (se refería a las trincheras políticas) y a la consolidación de la unión.
Aquél acto multitudinario de la mañana del 17 de diciembre era, si se quiere, (y así lo sentí entonces), un desagravio al padre de la patria, un decirle casi dos siglos después de su partida que, a pesar de las trincheras políticas que nos tienen en el vórtice de una tragedia humanitaria, con la diáspora más grande de nuestra historia como nación (y del continente), con una hiperinflación cuyos dígitos no sabemos ya ni colocar sobre el papel, con una desesperanza que nos toca en lo emocional y en lo espiritual, cuando nos unimos somos capaces de alcanzar verdaderos portentos.
Más temprano que tarde podrá el Libertador bajar tranquilo al sepulcro.
@GilOtaiza
rigilo99@hotmail.com
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