“Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa”. Albert Camus.
El diálogo no es con los amigos, con estos es simple conversación normal entre seres humanos que, al balancear virtudes y defectos, llegan a la conclusión de mantener relaciones permanentes de agradable convivencia. Entonces, se dialoga es con el enemigo, con el adversario para ver si pueden encontrar, las partes contendientes, algún espacio que dirima sus controversias sin llegar a la violencia, camino éste que conduce a la destrucción mutua.
A la necesidad de diálogo llegaron los contendientes de la guerra civil española, después que ambos dejaron esparcidos más de medio millón de cadáveres en suelo ibérico, soportaron una férrea dictadura durante casi cuarenta años y produjeron una de las más crueles diásporas familiares de la historia de la humanidad. Dos de esos combatientes de la guerra: Francisco Fraga de la derecha y Santiago Carrillo de la izquierda, terminaron zanjando sus diferencias, después de esos cuarenta años y facilitaron la transición hacia la democracia, pero todo ello después de experimentar todos los horrores antes mencionados.
¿No hubiese sido preferible haberle hecho caso, antes de estallar la guerra, a gente sensata como el socialista Indalecio Prieto?, quien decía: “Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra; ante la sevicia ajena, vuestra clemencia; ante los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa”. O también, como el mismísimo José Antonio Primo de Rivera, condenado a muerte por los republicanos: “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la patria, el pan y la justicia”.
No solo fueron españoles lo que entendieron eso, también en Sudáfrica gracias a hombres como Nelson Mandela, quien se convirtió en el protagonista de un largo, paciente y exitoso proceso de negociación, con el líder de la minoría blanca Frederik Willem de Klerk, fue lo que permitió erradicar de ese país la lacra del apartheid.
Igualmente, a la larga guerra, estúpida y fratricida en El Salvador se le puso fin gracias a los acuerdos de Chapultepec, que acabaron con una confrontación de más de doce años que dejó más de cien mil muertos. Ah, y los demócratas chilenos, después de sufrir los horrores de una cruel dictadura de más de 17 años, llegaron a un acuerdo transicional con el mismísimo dictador, otorgándole la jefatura de las fuerzas armadas y una Senaduría vitalicia. Todo ello contribuyó a voltear la tortilla y encaminar a Chile a los estadios de desarrollo que ha logrado en paz y en libertad.
La verdad sea dicha, en Venezuela aún no ha habido diálogo porque la alternativa democrática no sabe con quién dialogar. Cada vez que se intenta, sale alguien que se siente excluido, desde el oficialismo, a sabotear el diálogo delatando las necesarias e indispensables tratativas privadas de conversación previa. ¿No es verdad Diosdado?
Ahora bien, así no lo quiera admitir el oficialismo, estamos en una etapa de transición.
Ellos quieren que sea lo más larga posible, pero el pueblo, obstinado por la hambruna y su desesperación económica, quiere sea aquí y ahora el proceso que produzca el cambio de gobierno. Además, es lo que más le conviene a Maduro para que se vaya con Diosdado a la oposición y terminar allí de dirimir el liderazgo en liza. Lo contrario es salir él solito y dejar al otro raspando la olla para defenestrarlo políticamente.
La decisión del CNE ha tensado la cuerda a extremos peligrosos y, en consecuencia, a la MUD la está llevando el gobierno a una provocación más peligrosa aún.
En definitiva, he aquí las dos preguntas del título y sus respuestas: 1. ¿Diálogo con quién?: obviamente con el gobierno, que es nuestro adversario, pues así sean de la calaña que sea son los que sin tener pueblo tienen, sin embargo, las armas y son compatriotas que van a seguir viviendo en nuestro terruño así no lo queramos. Y… 2. ¿Para qué?: para que entiendan que llegaron al final del camino y debemos preparar la transición a un nuevo gobierno que no los va a perseguir, como han hecho ellos con nosotros y así evitar una guerra civil.
Si no nos sentamos, gobierno y oposición, nos va a pasar como pronosticaba Marthin Luther King: “a menos que aprendamos a vivir juntos como hermanos, estaremos condenados a morir juntos como estúpidos”.
Antonio Ecarri Bolívar
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