sábado, 1 de octubre de 2016

Acuerdo, violencia, terror… - Alejandro Oropeza G.

Si hacemos un ejercicio que permita caracterizar al tipo de regímenes políticos existentes podemos igualar a uno, los tres elementos analizados: Poder + Violencia + Terror = 1. En donde, en los regímenes republicanos el peso/valor del elemento poder será mayor, mucho mayor que la violencia y el terror.

Lo contrario de comprometerse a llegar a un acuerdo no es integridad, lo contrario de comprometerse a llegar a un acuerdo no es idealismo, lo contrario de comprometerse a llegar a un acuerdo no es determinación. Lo contrario de comprometerme a llegar a un acuerdo es fanatismo y muerte”.

- Amos Oz, en “Contra el fanatismo.

El barón de Montesquieu en el “Espíritu de las leyes” afirma que el prolongado abuso de poder y la consolidación del despotismo tiene, entre muchas otras consecuencias, la destrucción de las costumbres y del clima intelectual en las sociedades que padecen las tiranías, cuya característica fundamental asociada era el miedo. De allí que el objetivo clave de una tiranía es dar al traste con las tradiciones que soportan las costumbres y destruir la cultura, que da fundamento a aquel clima intelectual. Esta realidad imprime un cambio de rumbo tan radical al “sentido común” que lo hace desaparecer. Si hemos de entender por sentido común lo que ajusta los contenidos idiosincráticos del resto de los sentidos de una sociedad en la cual habitamos y compartimos con los demás, ya podemos ir comprendiendo las consecuencias que trae la desaparición del mismo; fundamentalmente la evaporación del espacio público en el que tiene lugar la política y en el que se desarrolla y habita la tradición.

El punto determinante es identificar cuándo ocurre el evento que desata los demonios de la tiranía. Muchos pueden ser sus detonantes, pero en esta breve reflexión pensemos en la fractura de los acuerdos que sustentan el ejercicio legítimo de un gobierno. Cuando Hannah Arendt afirma, en una muy particular (y compartida) concepción complementaria de poder, que este surge del acuerdo, llama la atención el reconocimiento de una reunión inicial y que acciones políticas sucesivas validan a ese poder originario y lo relegitiman en atención a aquel hecho histórico.

Ello por cuanto la sucesiva adecuación y evolución del acto inicial paulatinamente relegitima y actualiza dicho acto y, lo más importante, el ejercicio del poder. Así dos dimensiones se imbrican en un presente: el pasado que legitima el ejercicio del poder y el futuro que justifica sus fines y objetivos. Lo importante, en atención a las afirmaciones del barón, es que una tiranía destruye y repudia ese acto inicial; es decir, desconoce la legitimidad del ejercicio, ya no del poder (porque este se basa en acuerdos), sino del dominio.

Entonces, ese repudio echa abajo a las costumbres y a las tradiciones (y a los hechos) que daban sustento al poder e instaura al miedo como sustituto del sentido común. Pero, ¿Con qué elemento podemos asociar al miedo? Simple, con el otro extremo de la dicotomía arendtiana: con la violencia instrumental. ¿Por qué instrumental? Porque ella, la violencia, es solo un medio (instrumento) para alcanzar un fin, siendo ese fin la permanencia en el ejercicio del gobierno, que no ya del poder, porque este se basa en el acuerdo. Así, como en un ring de boxeo: en un extremo el poder en el otro la violencia. Emerge una oposición, una dicotomía, entre poder y violencia; entre legitimidad y justificación. La violencia pretenderá destruir al poder, basado en la exigencia social del sentido común y la permanente renovación del acuerdo inicial, e instaurar el dominio de facto, que trae entre sus pretendidos atributos la relegitimación, por un nuevo acuerdo, que otorgue base al ejercicio de ese dominio, el cual al ser impuesto jamás podrá legitimarse y alcanzar crear un sentido común real.

Ello supone que la tiranía es el tipo de gobierno más débil que pueda imaginarse porque siempre la sociedad tenderá a retomar el acuerdo inicial, sus tradiciones y costumbres y a renovar el acuerdo para generar poder, opuesto definitivamente a la violencia y al ejercicio ilegítimo de la política. Fanon habla de una locura creativa cuando una revolución pretende una refundación.

Tenemos dos elementos al momento: el poder y la violencia. El primero precisa del número, la segunda puede prescindir del número porque descansa en sus instrumentos, la mayoría de las veces represivos para contrarrestar al poder. El tercer elemento es el terror. Aparece cuando ya fracturado se encuentra el acuerdo, vale decir el poder y las posibilidades de legitimación del ejercicio del gobierno; por su instauración, la del terror, se pretende el dominio total. Irrumpe así el “Estado policial” en donde las instituciones, junto con la tradición, las costumbres, el sentido común y la cultura, se encuentran secuestradas, además que desaparece del ámbito de dicho ejercicio instrumental las auctoritas de cualquier medio de gobierno.

Si regresamos por un momento a Arendt, al definir la filósofa la trinidad que da origen y sustenta la república romana, vale decir: Tradición, Autoridad y Religión; se aprecia cómo es la tradición la que posibilita la renovación sucesiva de los acuerdos que relegitiman el ejercicio del poder; la auctoritas soporta a las instituciones, al darle el piso de credibilidad y confianza por parte del pueblo, ella, justifica y da base a la evolución y desarrollo sucesivo de los acuerdos fundacionales iniciales. En el momento de colapsar el poder, al desconocerse la evolución del acuerdo por la instrumentalización de la violencia por parte del gobernante para permanecer en ejercicio del dominio, la posibilidad de vigencia de la trinidad desaparece de ese sistema político. Y la violencia tiene abierta la puerta para evolucionar hacia el terror, hacia el Estado policial.

Si hacemos un ejercicio que permita caracterizar al tipo de regímenes políticos existentes podemos igualar a uno, los tres elementos analizados: Poder + Violencia + Terror = 1. En donde, en los regímenes republicanos el peso/valor del elemento poder será mayor, mucho mayor que la violencia y el terror. En un sistema político totalitario prevalecerá el peso superior del terror; y, en una tiranía, autoritarismo o dictadura el peso predominante será el de la violencia, al desaparecer la posibilidad de la renovación legítima y pacífica sucesiva de los acuerdos que dan sustento al poder, haciendo migrar la acción política de la esfera pública de la sociedad, a la privada de los intereses de los gobernantes, del tirano, del dictador; cuyo objetivo no es generar satisfactores a las demandas sociales sino mantenerse en ejercicio del gobierno por cualquier medio.

Estimado amigo, saque usted las cuentas.

01-10-2016@oropezag

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